30/7/12

Fin

El 22 de Febrero pasó algo horrible que cambió la vida de muchas personas.

Y, claro, también la mía. Y por ende, el blog también cambió.

Fui notando como los comentarios y visitas decaían día a día desde el accidente. Noté que ya nadie me visitaba y que no importaba cuánto esfuerzo yo pusiera en escribir, simplemente mi público ya no estaba allí.

Pero ahora entiendo el porqué.

Este blog siempre tuvo la intención de hacer reir. Nunca quise lograr otra cosa con él, más que divertirlos a ustedes y lograr que se sientan identificados con mis historias.
Pero luego de algo tan horrible, un blog como este ya no puede ser gracioso. Fue una desgracia terrible, y no hay vuelta atrás de eso. Nada va a volver a ser como lo era antes del accidente.

¿Qué gracia tiene contar que una vieja me empujó en el tren? Un tren que hace unos meses casi me mata por pura irresponsabilidad y negligencia. Cero gracia. Murieron 51 personas y se viaja igual (o peor) que antes.
No tiene lado chistoso, sin importar cuánto lo mires.

Así que decidí despedirme y cerrar el blog. A veces las historias tienen un final triste, y lamentablemente, el final de este blog lo es.
La Pueblerina murió ese día. En lugar de ella, ahora hay una Decepcionada con todos los que dejaron que eso pasara, con los que declararon cosas horribles luego del accidente, con los que no declararon nada hasta varios días después, cuando tendrían que haber sido los primeros en darnos consuelo.

La Decepcionada no puede escribir, porque llora cuando piensa en todo lo que pasa en este país.

Nunca voy a dejar de estarles agradecida a ustedes, mis queridísimos lectores. Siempre estuvieron conmigo. En cada viaje, en cada pelea y en cada pequeña aspiración de smog capitaliense, estaban ustedes mirándome y esperando que transformara cada pequeña desgracia que vivía en la Ciudad en una historia.
No sé como agradecerles por estar ahí.

Por ahora no tengo planes de seguir escribiendo. Pero si lo hago, se enterarán por una actualización de esta entrada, por Facebook o por mi Twitter.


Gracias, y adiós.

26/6/12

Reserva

Hace días, me sentía un poco abrumada por la Ciudad. Y considerando que en Moreno está lleno de cumbieros que se preocupan demasiado por poner su boca como un pico de pato para hablar y que no se les entienda nada, tampoco me sentía a gusto en mi Ciudad natal.

Pasaba mis días y mi tiempo libre encerrada en casa sin querer hacer nada de nada.

Hasta que la semana pasada decidí ir a dar una vuelta a la Reserva Natural de Buenos Aires. Pensé que quizás ese lugar sería un pequeño paraíso dentro de la Ciudad.

Y no me equivoqué.
Comencé a caminar por los pequeños caminos de tierra rodeados de árboles



Caminé un par de kilómetros más, cuando descubrí algo maravilloso:


La vista al Río de la Plata es MARAVILLOSA. Me senté en uno de los banquitos a respirar el aire puro y contemplar el paisaje. Habían cuises adorables que observaban atentos todos mis movimientos. Los saludé, pero eran cuises capitalienses y sólo me miraron con cara de orto.

Luego de media hora, decidí seguir mi rumbo, para explorar a fondo la maravillosa reserva.


Caminé... caminé... caminé... caminé...

Pájaros, cuises, bichos... caminé, caminé, caminé, caminé.

Sentía dolor en mi rodilla, pero estaba en el medio de la nada, y tenía que seguir a la salida.

Caminé, caminé, caminé, caminé. Me cansé, y me senté en otro banquito. Los mosquitos empezaron a picarme. Me levanté y caminé, caminé, caminé.

Dejé de sentir las piernas. Era pleno invierno y yo era puro sudor.

Caminé, caminé, caminé. Todo se veía igual que hacía 3 kilómetros.

Hay sólo dos salidas, y tenía que caminar hacia una de ellas.

Caminé, caminé, caminé, caminé...

Por fin, cuando sentía que me iba a morir ahí nomás, veo un cartel que decía "SALIDA/EXIT"... y abajo chiquitito decía "8km".

Así que caminé esos ocho kilómetros, cuando por fin, diviso la Ciudad:




La maravillosa Ciudad, con su smog, su caca de perro en las veredas y sus bocinazos. La hermosa y dulce Ciudad donde tres o cuatro personas pueden cortar una avenida principal porque reclaman que le den el alta a su tía del hospital.

Caminé hacia Plaza de Mayo. Me dí cuenta de que estaba en casa porque había manifestantes tirando bombas de estruendo y porque estaba en una zona con Wifi.

No me dejes, Ciudad... no me dejes.

13/6/12

El Síndrome Del Pollo

Hay personas que conviven con nosotros, caminan por nuestras calles, putean a nuestros taxistas y escupen nuestras veredas con una terrible enfermedad a cuestas: el Síndrome Del Pollo.
Lo malo es que, como parecen personas normales, no nos damos cuenta de su desagradable enfermedad hasta que es demasiado tarde, y caemos inevitablemente en sus garras.

Normalmente estamos sentados en un colectivo o en la estación del subte, cuando el enfermo se acerca y se sienta al lado nuestro.
Su terrorífica enfermedad entonces toma el papel principal: la persona con Síndrome De Pollo comienza a aletear con sus brazos, y nos clava sus codos en las costillas.

"Los codos en las personas con Síndrome De Pollo sienten una irrefrenable necesidad de extenderse lo más posible, y no respetan su jurisdicción en los espacios públicos."
                                                                                  Dr. Kikiri Boo, especialista en Síndrome del Pollo

Todo mundo sabe que la Regla Universal del transporte público dice que la jurisdicción de tu cuerpo y todo lo que lleves sobre él, abarca solamente el espacio designado de tu asiento. Por eso los asientos dobles del colectivo están divididos en dos. Vos no te podés pasar de tu espacio designado.
En cambio, las personas con Síndrome de Pollo van a meter sus codos en tu espacio y van a clavártelos por todos lados. Así como una persona sorda no es capaz de escuchar, una persona con Síndrome De Pollo no puede mover sus manos de arriba hacia abajo manteniendo sus codos pegados al cuerpo.

Si te tocó sentarte al lado de un Hombre Pollo, preparate; siempre tienen que sacar una revista del maletín. Están 10 minutos buscando la maldita revistita, con sus codos al cielo, implorando fuerzas para luchar contra esta terrible enfermedad.
Pero los codos no pegan en el cielo. Pegan en tu cara, en tus costillas, en tus brazos. Y el Hombre Pollo ni se entra de que te está cagando a piñas. Aunque lo supiera, no podría hacer nada para evitarlo.

Yo lo que hago es hacerme la dormida. Y apenas me toca, le pego un codazo en su codo, poniendo como excusa que fue un reflejo de dormida.
Pegarles no logra que ellos dejen de pincharme con sus inmensos codos, pero aunque sea me desquito.

Cuando la enfermedad es muy grave, se esparce a las piernas.

Ahí sí que no hay solución ni desquite. Pero aunque sea podemos anticiparlo.

Quienes tienen el Síndrome Del Pollo en las piernas en general son hombres.  Los podemos ver caminando como si recién se hubiesen bajado de un caballo.
Cuando se sientan en el colectivo, adoptan la posición de persona en máquina para abductores. Sus rodillas parecen odiarse, y hacen lo posible para estar lo mas lejos una de la otra. Su actitud no cambia aunque nos sentemos al lado y nos golpee las piernas con su postura.

Con el Síndrome del Hombre Pollo expandido a las piernas no hay nada que hacerle.
Lo mejor será alejarnos de ellos y nunca sentarnos a su lado. Darles sus propios colectivos, sus propias cafeterías y sus propios jardines de infantes. Hacer un país aparte para ellos y que se aguanten entre sí.


Quizás su enfermedad evolucione lo suficiente como para llegar a disfrutarlos...

...al horno con papas y batatas.

5/6/12

Subtebus

Mi relación con la Ciudad es de amor/odio.
Odio el bullicio, las veredas saturadas de gente y el color gris y triste. Pero amo los carteles luminosos, los edificios enormes y bellos, y todos los negocios que en Moreno no existen.

Si bien me hago la superada, yo sigo siendo una inocente pueblerina. Y aunque a veces me cueste admitirlo, la Ciudad me maravilla con sus cosas tecnológicas, sus colectivos dobles, las avenidas súper anchas y los carteles publicitarios que pasan videos.

Ayer tenía que ir a un lugar bastante lejano de mi trabajo para buscar una cosa que compré por internet. Cuando miro el mapa, me doy cuenta de que el Metrobus pasa cerca de ese lugar y me deja en Palermo, bien cerca de la parada del 57 que me deja de vuelta en Moreno.
Y queriéndome hacer la superada ante mí misma, me digo "bué, es lo más rápido dentro de todo... sí, ya fue, lo tomo". Pero adentro mío, la Pueblerina estaba re contenta porque iba a ver algo liiiindo y graaaande y lleno de luuuuces y re tecnolóóóógico.

Fui hasta el lugar en colectivo, pensando sólo en que a la vuelta iba a tomar el Metrobus. Pensaba en como hacer para que la gente no notara que era la primera vez que me subía. Me preguntaba cómo sería la estación, cómo serían los asientos... ¿habrá asientos en la parada?

Cuando por fin hago el trámite y me toca volver, yo siento que la emoción se apodera de mi pecho. ¡Voy a ver el Metrobus, y voy a usarlo, y va a ser lindo, y voy a ver por la ventana, y la gente por la calle me va a mirar, y yo voy a poner cara de "se... estoy en el Metrobus. Se... uso el Metrobus... ¿qué, vos no?".
Tuve que caminar 15 cuadras hasta la estación, y no sabía si iba a ver una estación, si necesitaba boleto para entrar a la parada o pagaba directamente arriba del Metrobus...

Y llegué, nomás, a la ansiada estación de Metrobus. Estaba en medio de la avenida y la gente estaba parada ahí con cara de orto. Así que disimulé mi emoción y puse cara de orto también.
Veo que la estación es más o menos larga, y que hay asientitos pero la gente no está sentada, sino que están haciendo cola casi al final de la estación.
Así que me hago la capitaliense y me pongo al final de la fila, ¡aunque en realidad me quería sentar!
Había unas pantallitas que te decían la hora, y decían "Metrobus". Y miro la hora y tiro un suspiro de fastidio (aunque en realidad estaba tratando de disipar mi emoción).

Y espero, felíz, que venga el Metrobus.
Yo me imaginaba esto:

Pero veo que se acerca un colectivo cualunque.

Algunas personas se suben, y otras no. Así que asumí que ese era un colectivo que también pasa por el recorrido del Metrobus, pero que no era el Metrobus. Entonces me hago la que me fastidié y me voy a sentar a uno de los asientos, para que la gente crea que es porque pienso que el Metrobus va a tardar más, pero en realidad es porque quiero ver como son los asientitos!!!
Y me senté y las piernas me colgaban, me colgaban!! Las piernas nunca me cuelgan a mí! Siempre que me siento me quedan las rodillas a la altura de las orejas, y ahora estaba colgando!!

Pasan 2 minutos y se acerca otro colectivo común de porquería que dice "34". Y la gente se subía.
El cartelito decía "Liniers-Palermo"... y ese es el recorrido que hace el Metrobus. O sea, esta porquería era el Metrobus:



 ¡Un colectivo! ¡Un colectivo normal que dice "34"! ¡No dice "Metrobus" ni es amarillo ni es doble ni es sofisticado y capitaliense!
Entonces puse cara de "ah, por fin vino", y me subí tratando de disimular mi tremenda decepción.

Me siento y miro por la ventana.
Bué... aunque sea pasa por las paradas bonitas y va por el centro de la avenida como si fuésemos reyes.

Miraba las paradas todo el tiempo para ver por dónde íbamos. 
Hasta que me dí cuenta que yo iba hasta Palermo, que es la última parada. Así que, ¿para qué prestar atención por dónde voy?

Así que me distraigo y me pongo a pensar en gatitos. En gatitos con sombreros. En gatitos con sombreros y en patineta. En gatitos sin sombreros ni patinetas, pero usando un saquito.
Miro por la ventana. Estoy en una callecitita angostita que no reconozco ni a palos.

¡Dobla! ¿Por qué dobla?
Estaba a punto de largarme a llorar cuando de pronto me encuentro en Avenida Santa Fe. Un lugar que reconozco.

Así que me bajé y literalmente salí corriendo. 
Corrí 6 cuadras hasta la parada del 57, donde pude subirme al colectivo enseguida, me senté y me abracé a la mochila.

A veces la Buenos Aires me asusta.

30/5/12

¡Jajajaja!

El humor es algo muy importante.
Si él, estaríamos sumergidos en la depresión y en la angustia. El humor nos ayuda a salir con fuerza de las situaciones más desagradables, y nos da la valentía de enfrentar cualquier problema.

Yo, sin ir más lejos, hago del humor mi filosofía de vida. Así me criaron. Crecí riendome y burlándome de todo, especialmente de mí y de mi mala suerte. Nunca voy a olvidar a toda mi familia reunida en el parque de casa, observando a nuestra casa incendiarse, mientras disparábamos chistes a diesta y siniestra con lágrimas en nuestros ojos.

Sin ir más lejos, este blog es eso. Es tomar todo lo que me indigna, me enoja y me hace daño, y trato de transformarlo en algo gracioso. Para que cambie ante mis ojos, y también hacer reir a otra persona, cosa que me llena de felicidad. Es decir, tomo una sensación horrenda y la transformo en una hermosa.

El que hace esto todo el tiempo es un personaje al que llamo Pequeño Comediante Predecible.

Este ser puede ser tanto hombre como mujer, viejo o joven. A simple vista parece una persona normal; come panchos con mostaza, se limpia las uñas con el borde de la tarjeta SUBE y arranca pedazos de pastito cuando se sienta en el piso de una plaza pública.
Pero el PCP espera su oportunidad para brillar. Pasa sus días pacientemente, agazapado esperando su momento ideal para lanzar su chistecito con toda la furia.
Uno de los momentos que más le gusta es estar dentro del subte y que éste se detenga. Espera, paciente y entusiasmado unos minutos. Al ver que el subte se descompuso o no arranca, el PCP empieza a sentir felicidad. Comienza a sudar por la emoción. Entonces el el momento más esperado (aunque él cree que es totalmente inesperado), el PCP anuncia a los gritos "¡¡EEEEH, SE LE PINCHÓ UNA GOMA AL TREN!!" con un gesto de pícaro, tratando de disimular su emoción. Y al escuchar un "je" o un "pff...", o ver un ligerísimo esbozo de sonrisa en la cara de un pasajero acompañado de un leve soplido que sale de su nariz, el PCP explota por su alegría casi orgásmica, por sentirse querido, aceptado y reconocido como el Comediante Oficial del Subte, y se llena de orgullo por haber logrado todo eso que su madre siempre le dijo que no iba a lograr.

Es el mismo que el 1ro de Enero espera ver a alguien que haya visto el día anterior para decirle "¡¡EEEEHHH, PERO NO TE VEO DESDE EL AÑO PASADO!!".

También lo vemos esperando el tren entre toda la multitud, emocionado porque llega el tren y así también su momento de destacarse entre todos los fracasados pasajeros. Puede demostrar que él es más inteligente, ágil, sagaz y glorioso ser de todo el andén.
Cuando la gente empieza a empujarse para entrar, el PCP grita "¡VAMOOO', DEPACITO, DEPACITO, CON CARIÑO, EHHH, VAMOO' QUE ACÁ NOS QUEREMOS TODOS, EEH!".

Yo creo que este personaje es muy exagerado y triste. No me causa gracia, me da pena. Pero debo admitir que trata de ponerle humor a una situación muy fea y desagradable, y eso es algo rescatable.
A lo largo de toda la historia hay personas que se ponen en ese papel. Porque es bastante importante.

En los campos de concentración siempre había un prisionero que hacía chistes. Tipo "CHEEE, PERO QUE GORDITO TE PUSISTE, EHH!!!", "PAN RAAAAANCIO!! COMO LO EXTRAÑABA AL PAN RANCIO, POR FIN PODEMOS COMER PAN RANCIO, EEEEH!!".
También hay un par entre los Indignados, que dice cosas como "PERO QUE FRESQUITO EL AIRE, EHH!!" cuando les tiran gas pimienta.

Yo soy un poco PCP. Mi chiste es esperar que por el altoparlate digan algo totalmente incomprensible. Y cuando alguien me pregunta "¿¡Qué dijo..!?", yo le digo "dijo que..." y tapo mi boca con una mano mientras digo "dlfdgsd osdfids oadnspidn saofhas".

Está bueno que este personaje esté dando vueltas por el mundo con diferentes disfraces. Porque de esta manera, nos podemos reir y quitarle importancia a asuntos desagradables.

¡El problema es que sus chistes apestan!

23/5/12

Mate

Cuando viajaba en tren y veía a alguien tomar mate, yo me cabreaba.
Podía imaginarme el momento en el que el mate-dependiente me derramara toda el agua caliente (no hirviendo) en la falda o en los pies.

No es que esté en contra del mate. Lo que me molesta es que le den tanta importancia al mate como un diabético a la insulina.
A ver si queda claro; si no tomás mate no te vas a morir. Lo vas a extrañar, vas a sentir que lo necesitás... pero no te vas a morir.
Ponele que tu viaje dura unas 4 horas o más. Entendería por qué te llevás el mate. Pero si el viaje dura una hora y media... ¿Para qué, por qué?

Yo los veía mateando y haciendo equilibrio con el agua caliente (no hirviendo) con el vaivén del tren y me preguntaba qué clase de problema mental tenían.

Hasta que lo entendí: ellos están APROVECHANDO esa hora y media, cosa que yo no hago. Ellos van, hacen algo que les gusta, y esa hora y media no se pierde.
Así que traté de emularlos, y conseguí una Palm para escribir cosas de mi blog (y de mi próxima novela!) en el viaje.
Pero, ¿por qué dejarlo ahí? Si yo veía a las minas que se maquillan, depilan las cejas y pintan las uñas arriba de los medios de transporte.
Así que le dí para adeltante y empecé a cortarme la uñas de los pies en el colectivo. Cuando termino -así como hacen los que necesitan tirar la yerba usada- abro la ventanilla y dejo que mis uñas vuelen libres al viento.
Pero no me detuve: empecé también a afeitarme las axilas. Y ya sé lo que me van a decir: "no te afeites, que después te crece más grueso", y ya sé y tienen razón. Pasa que el tren no tiene enchufes para conectar mi maquinita calienta-cera. Voy a seguir afeitándome hasta que consiga un brasero.

Y ya que estamos, me llevo una palangana de agua caliente (no hirviendo) para meter las patas.
Pero ¿por qué detenerme?, también podría llevar un trapito y jabón así me lavo los sobacos con el agua de la palangana antes de entrar al trabajo.
O puedo directamente pasarme el trapito por todo el cuerpo y así ya no me tengo que bañar. Pero en ese caso debería llevar una esponja y un shampoo. Y un tacho más grande, así me meto adentro. Tipo un barril o algo así. Y escribo desde la bañera arriba del tren, como una diva.

Así que debería llevar una copa de champagne también (las divas siempre están tomando champagne). Y cuando termino de bañarme, salgo y me embadurno en crema, me pongo una bata, una toalla enredada en el pelo y bailo al ritmo de "born this way"... Pasa que es incómodo escuchar con auriculares en bata de baño... bueno, voy a ver de comprarme unas parlantes para el celular (como los que tienen los cumbieros) y así la pongo a todo volumen. Y después me visto. Agarro un caño y una cortina de baño y la trabo con alambre de fardo alrededor de mi asiento así nadie me ve. Y cuando abro la cortina estoy con un vestido negro largo y un collar de perlas mientras fumo un cigarrillo con una boquilla muy larga.

Ah, no... pero yo no fumo.

No, entonces mejor no hago nada de eso. Si no fumo con una boquilla al final de la obra, no tiene sentido.

15/5/12

Raro Al

Quizás esa historia no tenga mucho que ver con las cosas que suelo contar. Pero necesito contarla.

Ayer, lunes, el día no empezó del todo bien: Para empezar, era lunes. No sé porque, pero el lunes tiene un aura negativa que te predispone a estar enojado con la vida. Porque si vamos al caso, el peor día es el miércoles; está en el medio, hace mucho empezó la semana pero a la vez falta mucho para que termine. Además la gente dice "miércoles" en lugar de decir "mierda", no dice "lunes".

En fin. Mi finde había sido bastante malo; Me resbalé con el piso mojado, me caí y me golpeé el dedito chiquito del pie contra la pared. No sólo me lo corté, sino que además ME LO QUEBRÉ.
¿Vieron cuando te golpeás el dedito contra un mueble? Bueno, así. Con las súplicas a Dios y las ofertas al Diablo, sólo que multiplicado 100. Y hay que sumarle el hecho de que como mi dedo además tenía una herida cortante, me tuve que dar la antitetánica. Y no es una inyección que te la dan y se terminó; te la dan y al otro día se te hincha el brazo y no podés moverlo del dolor.

La cuestión es que es lunes, muy temprano, no descansé nada el finde, el colectivo que me lleva a la estación no me para. El que viene después tampoco me para. Sufro una embolia. El tercero sí me para, y viajo parada con la axila de un cumbiero en mi nariz.
En el tren me pegan un codazo en las costllas, y casi me agarro a piñas con un tipo que me tiró del pelo para entrar antes que yo..
Viajo al lado del fuelle, que hace tanto ruido que no me deja escuchar música, mientras que un cumbiero me pone sus zapatillones amarillos y rojos bien pegados a mis zapatillas de lona. Cosa que cada vez que trato de mover el pie, sus zapatillones tiran luces azules, causando que mis ojos tengan que irse a vomitar en reiteradas ocasiones.

Y llego a la oficina. Tarde, pero llego.
A eso de las 11am, mi compañera Eliana empieza a llamar a alguien por teléfono. Grita "LLAMA, LLAMA!!!". Cuando le pregunto qué pasa, me dice "es el teléfono de Weird Al!".

----------------
Paréntesis para quienes no saben quién es Weird Al Yankovic. Si sabés quién es, podés saltearte esta parte, aunque seguro la estás leyendo para ver si lo que digo de él coincide con lo que sabés vos, o quizás para leer que me faltó poner algo que creés importante y así después lo agregás en los comentarios (que será bien recibido, por supuesto!)

Weird Al Yankovic es un músico/comediante estadounidense que es bastante conocido por sus parodias de videos musicales. Son muy graciosas si hablás inglés. Traducidas pierden mucho la gracia de la métrica y las rimas. Mis favoritas son "Eat it" (parodia de "Beat it" de Michael Jackson. Pero es muy muy gracioso sólo si conocen bien el video original, sino les recomiendo mirar primero el de Michael y luego el de Al. Les juro que vale la pena), y  "Smells Like Nirvana", parodia de "Smells Like A Teen Spirit" de Nirvana.
También tiene canciones originales, como "Don't download this song".

Si no entendés inglés y conocés la canción Rapsodia Bohemia de Queen, acá está su cover, versión Polka.

Es un tipo que me gusta hace bastante, y me hace reír mucho. Especialmente porque es buen músico, y es gracioso sin usar insultos ni hacer apología de las drogas o alcohol, ni ser guarango.

Fin del paréntesis
------------------------

Entro a Twitter para ver de qué hablaba mi compañera y veo que Al puso "Estoy en el aeopuerto JFK, y tengo media hora libre. Si alguien quire hablar, llame a este Nro del teléfono público" y pone el teléfono.
Yo también me puse a llamarlo, y daba ocupado, o se quedaba mudo. En un momento empezó a llamar (hacía "trrrrrrrruuuuup" en lugar de "puuuuup"). Pero no atendió.
Hasta que a Eliana le cambia la  mirada y dice "hello?" y mientras agacha su cabeza a la altura de sus rodillas dice "is this Al...?", y cuando se pone a gritar lo confirmé. Estábamos en línea con Weird Al Yankovic.
Me puse a gritar "OH MY GOD!!". Ella le contó que estudia medicina y que cada vez que termina un parcial, sale cantando "like a surgeon". Cuando le dijo que lo llamábamos de Argentina se sorprendió y dijo que nunca había hablado con nadie de acá. Después me pasó el teléfono a mí, y yo pensaba "no voy a poder sostener el teléfono, las mano me tiemblan sin parar", y mientras me lo pasa veo que las manos de ella también temblaban sin control. Tomé el teléfono y dije "Hi Al" Y ÉL ME RESPONDIÓ, ME RESPONDIÓ, ME DIJO "hi, how are ya?" y me salía mostaza de los oídos, empecé a convulsionar, y se me chingó el inglés, no sé que cuernos le dije porque se me resbalaba el teléfono por el sudor de las manos. Le conté que me golpeé el dedo y me lo quebré y me dijo "ohh... I'm so sorry for that!" y yo le dije que igual me alegró a semana, y me dijo que no conocía Argentina y que iba a ver de venir, y le dije que sí, que tiene muchos fans acá, y me dijo que bueno, y que se tenía que ir y le dije que tenga un lindo vuelo, y Eliana le gritó "we love you", y Al saludó y cortó (era obvio que nosotras no íbamos a cortar).
Después nos pusimos a gritar de la felicidad y todos nos gritaron que nos calláramos, que estaban trabajando.
Y así es como volvimos a la realidad.

Pero a una realidad mucho más linda.




Minutos después nos sacamos esta foto
Nuestros cerebros no salieron en la foto porque se nos cayeron al piso

7/5/12

El 57

Muchas personas me preguntan, preocupadas, si no hay alguna alternativa al Sarmiento. Y sí, sí la hay; se llama "El 57" y es la línea de colectivos que te lleva de Moreno a Capital, y de Capital a Moreno.
Cuando cuento esto, la gente se alegra, creyendo haber encontrado la solución a todos mis problemas.

Claro, tiene muchas cosas a favor: es un colectivo de larga distancia (con los asientotes acolchonados y todo), no hay gente colada porque tiene una sola puerta, y además tiene aire acondicionado y calefacción.
Pero el 57 tiene sus grandes contras que empecé a conocer mejor mientras más viajaba en él.
Para empezar, el viaje cuesta $6,25 (el Sarmiento sale $1,35. Aunque bueno, eso sí, el Sarmiento cada tanto choca y la gente se muere, pero bué...).
Desde febrero, por razones de público conocimiento, estuve volviendo a Moreno usando el 57. Lo que derivó en problemas económicos que terminé solucionando vendiendo uno de mis hígados (sí, yo tengo 3 hígados. Mi cuerpo tuvo que generar dos hígados extras para poder asimilar todo el chocolate que como).
Antes, ante cualquier eventualidad con el tren, yo me iba a la parada del 57 que queda enfrente de la estación. Y allí descubrí un problema: hay 2 tipos de 57, el Rápido y el Expreso (que me decepcionó porque me imaginaba que se llamaba así porque te daban café expresso, pero no es así). Entonces en Moreno hay dos filas: una para el rápido y otra para el expreso. Pero ahí no termina: hay dos filas por cada uno. Una para el colectivo que sale primero, y otra para el que sale segundo.
Pero se sigue complicando: el espacio para estas filas es del tamaño de una vereda pequeña.
Y sigue: ahí mismo paran muchos otros colectivos para que baje la gente.
Si hacemos un esfuercito le agregamos una cosa más: no hay ningún cartel que indique cuál fila es para qué. Y además (un plus), el 70% de la gente no tiene ni idea que fila está haciendo.
O sea que apenas llegás ves un locro de gente que está toda junta y algunos caminan entre medio, y tenés que andar preguntando, adivinando y poniéndote en cualquier fila.

La última vez que viajé en el 57 para ir a Capital, discutí con el chofer que me gritaba a cada rato que me corriera de donde estaba porque le tapaba los espejos retrovisores, y poco le conformaba mi respuesta: "¡no tengo a dónde correrme, estoy rodeada por una masa compacta de gente!".

Otro problema grave que tiene es que los asientos son reclinables: y quizás esto parezca algo bueno, pero es un arma de doble filo. Porque por un lado está bueno poner tu asiento en 180 grados y dormir como un marrano con las patas desparramadas para todos lados, pero por el otro no está bueno que el marrano de adelante ponga la cabecera de su asiento sobre tus pobres piernas mientras babea disfrutando de su REM.

La otra vez me senté dispuesta a viajar cómoda y felíz, y una señora extremadamente decidida a arruinarme la vida se sienta en el asiento de adelante. Acto seguido, procede a tirar todo su asiento hacia atrás para así quedar en posición de ballena encallada. Me golpea con su asiento en las rodillas y yo pego un chillido de dolor.
Como la chabona no se mosquea, le toco el hombro y le digo con mi voz más dulce: "Ay, disculpame, ¿te molestaría correr el asiento un poquito para adelante? Me lastimás las rodillas...".
La chabona me mira y se vuelve a dar vuelta. Le toco el hombro de nuevo "un poquito más para adelante, no todo, que me lastimás". La tipa me mira y me dice "quiero estar cómoda". Me explotó el cerebro, pero traté de explicarme mejor, aunque ya empiezo a subir el tono de voz "yo también quiero estar cómoda, pero soy alta y mis piernas son muy largas, no puedo correrme más para atrás".
La tipa dice "bueno" y vuelve a acomodarse en su pseudo-cama.
Subo más la voz y digo"GRACIAS, EH, MIL GRACIAS, SOS TODO UN EJEMPLO PARA LA SOCIEDAD".
La chabona ni se mueve.

Al sentir el dolor en mis rodillas por el peso de la Señora Orco, no puedo evitar sentir las ganas de pegarle patadas en la cabeza. La veía queriendo dormitar y mi odio crecía. No podía dejarlo así. Necesitaba que la mina no la pase bien en su viaje.

Así que hice algo que me avergonzó en ese momento y aún me avergüenza: le empecé a patear el asiento. Y estaba tan enojada, que sin dificultades podía hacerlo durante la hora y media que dura el viaje.
Ahí la tipa sí reaccionó: me dijo "sos como una nena de 5 años". Le contesté: "vos también. Traté de hablarte como a una persona grande pero no entendiste, así que bajé  el nivel, a ver si ahora sí me entendés". La tipa se levanta entre insultos y se sienta en otro lado.
Dos paradas más adelante se sienta adelante mío una chabona.  Acto seguido, procede a tirar todo su asiento hacia atrás para así quedar en posición de ballena encallada. Me pega con su asiento en las rodillas y yo viajo con dolor durante una hora y media.

27/4/12

(Paréntesis)

Bueno, es hora de hacer otro paréntesis en el blog.
Es que sigo recibiendo mails y comentarios preguntándome como estoy por lo del accidente, si viajo en tren, cómo me siento, etc.
Así que, si bien se sale un poco de lo que suelo escribir normalmente, me voy a tomar un respiro y contarles seriamente como ando, porque siento que se los debo.

Las semanas siguientes al accidente fue todo bastante difícil. La primera vez que volví a Once después de lo que pasó, tuve un ataque de pánico en la estación al ver que el tren aún seguía ahí. No me lo esperaba.
Me ayudaron dos policías.
Y todo siguió así. Ataques de pánico porque sí en la calle, en mi casa, en el trabajo. La pasé bastante mal. Por ahí estaba en el colectivo y de golpe sentía que el corazón me pinchaba... y me daba cuenta de que estaba pensando en el tren, en el accidente, en los muertos, y eso me causaba ese dolor.
Estuve haciendo terapia, pero sentía que no sabía por donde trabajar para sacar el sufrimiento.

Hace unas semanas, estaba haciendo zapping en la tele. Y paso por un canal de noticias en el que decían que iban a hacer un santuario por las víctimas en los molinetes de Once. Y volví a sentir esa horrenda sensación de muerte inminente, mi ataque de pánico fue tan fuerte que se me reventaba el estómago del dolor, vomité y tuve que llamar al médico quien me dió un par de días de licencia en el laburo.

El día que tuve que volver a Once después de eso, fue bastante duro también.
Sabía que tenía que pasar por el santuario para enfrentar de una vez por todas lo que me estaba pasando.
Bajé del tren y ví que en los molinetes había un pequeño cementerio con corazones de madera en lugar de lápidas. Y me acerqué, aunque no quería. Me tuve que esforzar para dar cada paso hacia ese lugar.
Cuando estuve cerca, me puse a llorar mirando los corazones con los nombres de las víctimas, las cartas, las fotos, las flores.
Me pareció todo tan injusto.

Pero algo cambió. Antes sentía que una nube negra me envolvía y me obligaba a llorar. Ahora sentía que YO era la que estaba llorando.
En un momento me sentí débil y me senté en el suelo. Miraba las fotos, y pensaba en la injusticia, en la arbitrariedad, y en el "¿qué hubiese pasado si mi foto estuviera colgada ahí también?".
Y ahí no sé qué pasó, pero cambió todo. Fue como si me hubiese visto desde afuera, sentada al lado de los muertos. Y yo no estaba muerta, ¿por qué estaba sentada ahí? Ese lugar no me corresponde, yo no pertenezco a ellos. Sentí un tremendo abismo entre ellos y yo. No sé como explicarlo. Me ví viva. Los ví muertos. Entendí que no me pasó nada. No es que yo no supiera que no estaba muerta, pero es como si mi alma no lo entendiera. Y ahí lo entendió.
Y sentí la injusticia, y la tristeza y todo, pero no la sentí en carne propia. No sé si me estoy explicando, fue una sensación rara.
Estuve ahí y hoy estoy acá. Y tengo tanto por que vivir.

Entonces me levanté, y tiré mi pañuelo lleno de lágrimas al tacho de basura. Y ahí tiré el problema.
Todavía me duele lo que pasó, pero ya no me lastima como antes.

Mi terapeuta dice que cuando el día del accidente me fui a trabajar, se fue mi cuerpo. Pero mi alma aún estaba en el andén 2 de la estación.
Y ese día me senté allí, y no me fui hasta que la recuperé.
Ahora la pregunta de "¿y qué hubiese pasado si..:?" tiene una respuesta: "no pasó". "Bueno, pero y si...?" "'Pero y si' nada, no pasó".

Así que hoy sí puedo decir con toda certeza: Estoy bien, gracias por preguntar.



PD: A todo esto, mientras estaba sentada en el andén llorando, se acerca una señora y me dice "vos debés ser familiar, ¿no?" "No" le digo "yo iba en ese tren". La vieja abrió enormemente los ojos y se fue.
Unas horas después me mataba de la risa pensando en el episodio, ¿habrá pensado que era un fantasma?

20/4/12

Los que corren

Si hay algo imposible de perderse en la Ciudad, eso es "Los que corren".
Siempre, pero siempre hay alguien corriendo en algún punto de la Ciudad. Y no por placer, no. Generalmente es para alcanzar un colectivo.
Parecerán todos iguales: cara de desesperación, lengua afuera, ojos fijos en el objetivo. Pero entre todos puedo distinguir a estos:

  • La señora que corre despacito, casi trotando, apenas levantando los pies. Con sus puñitos para arriba y los codos pegados a las costillas.
  • El pibe-gacela que en un momento mientras corre no toca el suelo con ninguno de sus dos pies, y sólo se sabe que está corriendo porque vemos una sombra pasar rápido y sentimos un vientito que desaparece pronto.
  • El señor de traje que corre sin separar sus rodillas ni mover su maletín un segundo, y cada tanto se acomoda la corbata que vuela en dirección opuesta a él anhelando su libertad.
  • El cincuentón de clase baja que pone los brazos como le enseñaron en Fútbol a los 11 años y trota con cara de preocupación y emana un olor a chivo que destruye los árboles a su paso.
  • La chica que alza su puño izquierdo mientras que su mano derecha sostiene su cartera y corre sin levantar las rodillas, con sus tacos que hacen "clank, clank, clank, clank" y sus miles de pulseras que entonan una serenata de metales.
  • La señora que amaga a correr, pero se detiene porque no cree alcanzarlo, que luego se arrepiente y vuelve a amagar que corre pero se arrepiente, que ve que el colectivo le paró a una chica entonces amaga a correr pero al final se arrepiente.
  • El pibe que empieza a correr demasiado tarde y el colectivo lo abandona, entonces se puede leer en sus labios un "CHA T'MADRE!!!"
  • El que empieza a correr desde muy lejos y sabemos que probablemente no llegue y lo alentamos secretamente, aunque más secretamente aún, deseamos que no lo alcance para poder ver cómo es su cara de resignación.
  • El tipo que corre pero tiene miedo de perder su dignidad, entonces hace un pseudo-trote muy lento mientras se balancea de izquierda a derecha, dando la sensación de una corrida renga.
  • La idiota que corre desesperada escupiendo sus pulmones por la vereda, llega al colectivo, paga mientras suda la milanesa que se comió ayer, sus recuerdos y esperanzas, y se sienta empapando el asiento mientras trata de recuperar el aliento que perdió en esa media cuadra que corrió, sólo para darse cuenta de que al colectivo le toma 15 o 20 minutos salir y que haber corrido tenía menos sentido que correr el test de Cooper en la secundaria.
Yo ya no corro más. Siento que cuando corro me traiciono a mí misma. Yo camino, miro los árboles, escucho a los Beatles y puteo a los motociclistas.

28/3/12

Imbécil

Tengo un problema.
Bah, tengo varios, pero me di cuenta de que este es uno de los peores.

Soy una imbécil.

No sé si siempre lo fui, pero ultimamente noto que el cerebro se me apaga y me vuelvo una marsopa con sobredosis. Hay veces que estoy viviendo la vida normal y de golpe, la imbecilidad me gana y me encuentro haciendo algo que es tan idiota que sobrepasa a todos los que escuchan cumbia en el tren sin auriculares.

 Por ejemplo: muchas veces me duermo en el tren o en el colectivo. Y muchas de esas veces, me despierto primero con los ojos cerrados y cuando mas o menos percibo bien la realidad, abro los ojos y veo por donde cuernos ando.
Pero hay veces que me despierto con un ruido horrible, como el alarido de un oso gris sediento de sangre. Y me doy cuenta de que soy yo. Yo, me desperté a mí misma con mi propio ronquido.
Entonces Imbecilidad se me acerca y me susurra instrucciones al oido, y yo le hago caso. Entonces me hago la que estoy pero recontra dormida y me acomodo de una manera bien incómoda para que todos vean que si estoy en una posición re incómoda debe ser porque estoy muy cansada porque me levanto muy temprano y trabajo hasta tarde y en este momento estoy yendo a mi tercer trabajo, y mientras pienso todo esto e invento toda una historia de como no me alcanza para comer entonces laburo 23 horas diarias (para que el personaje sea creible), mi cara se va poniendo cada vez más colorada y aunque estemos en Julio y hagan 20 grados bajo cero yo empiezo a transpirar por la vergüenza que me da, y la imbecilidad me dice "no te pongas nerviosa!! que se nota que roncaste porque sos humano y estás cansada!! pensá en cosas lindas!! pensá en gatitos!! gatitos!! gatitos!!" y entonces pienso en gatitos y siento que mis párpados se mueven mucho porque me imagino a los gatitos saltando, y la imbecilidad me dice "Noo, nooo, no muevas los párpados que se nota que estás despierta... estás dormida, DORMIDA!" y entonces aprieto los párpados bien fuerte y se me arrugan todos mientras siento sobre ellas las gotas de sudor que me chorrean. Entonces 10 minutos después hago como que recién me despierto y que no me enteré de mi ronquido.
Peor es si lo que me despierta es baba.

Otras veces tengo que ir a un lugar de capital que no conozco, entonces miro más o menos el mapa y me voy guiándome por los instintos, porque los capitalienses tienen la posta y yo quiero hace de cuenta que soy una capitaliense.
Pero por ahí me doy cuenta de que empecé a caminar en la esquina 1200, estoy por el 800 y yo tenía que ir al 1400. Entonces mi imbecilidad viene y me dice "ay, no, es para el otro lado. Bueno, hacé así..." y me susurra la solución al oido, y yo que soy una imbécil, le hago caso y agarro el celular, hago como que recibí un mensaje de texto y cuando "termino de leerlo" suspiro fastidiada y me doy la vuelta y camino para el otro lado con cara de molesta, para que la gente crea que alguien me escribió que me olvidé la billetera, o que mis amigos que me estaban esperando en otro lado decidieron que nos viéramos en la casa de otro, o que me dijeron "mejor no vamos" entonces vuelvo a casa. Mi imbecilidad se siente satisfecha porque ahora nadie se va a dar cuenta de que me confundí de camino y se siente una triunfadora.

Otra cosa que me pasa es hacer contacto visual con alguien sin querer. Me doy cuenta de que estaba mirando fijamente a esa persona durante bastante tiempo y la persona justo me miró. Entonces mi imbecilidad, tomando una caipirinha me dice que agarre y me ponga a mirar muchas cosas fijamente, así la persona se da cuenta de que yo "estoy mirando todo". Entonces agarro y miro cosas de lo menos interesantes y las observo fijamente durante varios minutos. Mi imbecilidad se siente orgullosa de mí y me regala flores por mi excelente actuación.

También tengo una imbecilidad más chiquita que está siempre conmigo y mis amigos la llaman "frescura excéntrica".
Por ejemplo, me encanta jugar a varias cosas cuando viajo: de que lado va a abrir la puerta del tren en Moreno, cuántos muñequitos Michelín sentados encuentro en la autopista, contar viejas con pelo largo... y tengo uno que es hacer sonidos para las patentes de los autos.
Desde el colectivo vi una patente que era "CAJ" y entonces alcé mi mano al cielo con forma de garra y tratando de imitar el sonido de la placa, dije como si estuviera hablando en hebreo "KAJJJJJ".
La vieja de pelo corto que estaba sentada al lado mío se levantó y se sentó en otro lado.

No me molesta mi imbecilidad, porque está bien ser un idiota.

¡Pero que la gente no se vaya a enterar!

13/3/12

Basura II

La gente en la Ciudad se divide en dos: aquellos que son amables, respetuosos e inteligentes y los que tiran basura en el piso.
Porque no es sólo basura: es una postura filosófica. Estar con un papel de alfajor en la mano es un dilema moral. Lo maravilloso, dulce e intenso terminó, ya no está más y sólo nos queda el leve recuerdo delicioso entre algunas de nuestras muelas.
Lo que tenemos en la mano, entonces, es el obstáculo, aquello que tan sólo nos molesta y que no está diseñado para satisfacernos.

Para el desconsiderado y egoísta, la solución es fácil: lo tira al piso, lo esconde entre los asientos del colectivo o abre la ventanilla y que vuele libre por la calle.
La postura de nosotros, los respetuosos, es que si te comprás un alfajor te estás haciendo cargo de las dos cosas: del alfajor propiamente dicho, y del papelito de porquería. Cuando elegís comprar el afajor, sabés que hay algo bueno y algo malo, y tenés que elegir tomar ambas y tirar el papel a la basura, o no elegir ninguna y no comprarte el maldito alfajor.
El cochino siente que sólo compra lo bueno, y que el papel es algo que no cuenta, que no compró. Así que lo tira a la calle y cree ilusamente que su problema desapareció, que la basura se desintegró y se fue al cielo con Ravi Shankar. El problema que solía tener en la mano, pasa a ser el problema del mundo, y él que -cree- no forma parte del mundo, tiene todo solucionado y se va con la conciencia tranquila a la casa donde reta a uno de sus hijos porque tiene la habitación desordenada.

El problema, entonces, nos cae a nosotros, los respetuosos. Convivimos con la mugre que queda impunemente en la calle, quien espera que algún transeúnte la patee entretenido hasta la casa. Tan sólo por ser respetuosos, tenemos que habitar un mundo que está lleno de rechazos de gente que ni siquiera nos considera.

Por cada tacho de basura, hay una persona respetuosa. Por cada papel en la calle, un cochino.

Es probable que hayan más papeles que tachos, y también es muy problable que hayan más papeles en los tachos que papeles en la calle. Pero los de la calle son más evidentes.
Porque los respetuosos actuamos en las sombras, tratando de que la vida se vea mejor sin que los demás sepan que el secreto está escondido en nuestras mochilas y bolsillos, llenos de papelitos que no pudimos tirar por no encontrar tacho.

Por eso los respetuosos pensamos que estamos solos y que somos los únicos. Porque hacemos todo a escondidas y en secreto, como si fuésemos magos que no revelan el truco. Porque a nosotros nos gusta que los demás piensen que la vida es así, felíz, limpia y hermosa y que no conlleva ningún esfuerzo.

Quizás deberíamos construir una isla de basura con todos los papelitos que tenemos en los bolsillos y exiliar a los cochinos a ella, como una nueva Siberia. Y que tengan parques de basura, casas de basura, perros de basura y centros odontológicos de basura.
Y se van a quejar de la basura mientras escupen en el piso. Van a decir "no merezco vivir entre basura proque YO PAGO MIS IMPUESTOS!" y van a hacer piquetes en medio de las avenidas principales gritando "justicia, justicia, justicia!".
Y tienen razón, ellos no merecen vivir entre la basura que ellos mismos tiran.

Nosotros sí, porque nosotros al parecer, no pagamos impuestos.

5/3/12

Volvemos a la difusión de los respectivos programas

Bueno. Después de la entrada anterior, se me llenó de comentarios el blog, el mail, Twitter y Facebook. Me llamaron de mil lados para hacerme entrevistas y la carta se publicó en muchísimos blogs, portales y diarios.
Les agradezco muchísimo a todos, la verdad es que desde el accidente tuve días bastante malos, y actualmente mi humor está cambiante; paso de estar eufórica a triste, a malhumorada, a enojada.

Tengo la suerte de poder decir que la vida sigue, y éste blog también lo hará.
A partir de ésta semana volveré al humor, a la exageración de la indignación y a mis berrinches que escribo con el objetivo de hacerlos reír, y quizás -con suerte- hacerlos reflexionar un poquito.

A la mayoría de ustedes no los conozco, pero quiero decirles que los quiero mucho, y les agradezco por todo el cariño que me enviaron en estas últimas semanas (y muchos desde antes también!).

Los espero la semana que viene, con una nueva entrada que ojalá los haga reir.

Muchos besos a todos.

Mechi.

PD: ¿Saben qué es lo más loco? Estuve 6 años ocultando que mi nombre era María Laura. ¡Ahora todo mundo lo sabe! =P

27/2/12

Carta abierta al Secretario de Transporte

Señor Secretario de Transportes (y funcionarios con rangos superiores):

Soy una usuaria más del tren Sarmiento. Hago el recorrido Once-Moreno todos los días y estuve en el tren que chocó el 22 de febrero pasado. Y quiero contarles que el accidente no me sorprendió.
No sé cuántos artículos se habrán escrito sobre lo mal que se viaja, ni cuantos conductores de TV se subieron a un tren con una cámara, pero hacer una de estas notas ya resulta un cliché.
Yo quiero hablar desde otro punto de vista: el problema es aún más grave que trenes que llegan tarde, se cancelan o la inmensa cantidad de gente que viaja cada día.
El problema es que TBA, quien tiene la concesión del Sarmiento, es una empresa diabólica.

Lo digo porque TBA afecta la personalidad de la gente, causando estragos.
 TBA transforma a la gente. Los vuelve psicóticos. Aquella señora que está comprando pan, en el Sarmiento golpea niños para poder sentarse.
Aquel muchacho que toca la guitarra en la esquina, se transforma en un torpedo ingresando en el tren, atropellando a quien sea que esté a su alrededor.
¿Y qué es lo que pasa? TBA le quita el alma a la gente.

Voy a hablar de lo que me pasa a mí, pero estoy segura de que todos los pasajeros del tren se sentirán identificados: Fuera del Sarmiento, soy una persona normal. Me encantan los gatos, abuso del sarcasmo y adoro a los Beatles. Mi trabajo es de ensueño: hago control de calidad de video juegos. Me levanto todos los días temprano, y me voy a la estación de Moreno, mientras mi espíritu se apaga lentamente.
Cuando llego al andén, me siento miserable. El espacio está sucio y repleto de gente, y no hay ningún tren. Mientras más tiempo pasa sin tren en el andén, más siento que la angustia se apodera de mi alma. Porque sé cómo será el viaje.
Cuando llega el tren, siento que somos una manada de cerdos a la que le acaban de echar comida en el platón. El tren llega lleno, porque la gente de las siguientes estaciones que va a Once se toma el tren a Moreno, para asegurarse un asiento cuando ese mismo tren vuelva hacia Once.
Pasamos todos a ser un grupo de miserables que tiene que golpear al prójimo o ser golpeado para entrar.
Mi manera de pensar no me permite golpear a nadie y por eso todas las mañanas recibo golpes, tirones de pelo, pisadas, y alguna que otra vez tirones en la ropa que me la terminan rompiendo.
Todo esto para conseguir un asiento o un lugar más o menos cómodo en un tren sucio, con olor a pis, ventanas que no abren o no cierran, o directamente sin ventanas, cables hacia afuera, ningún extinguidor ni tacho de basura, chispas que salen de las ruedas, ventiladores no andan, los pisos rotos con los que la gente se tropieza. Hay agujeros en el suelo y en los fuelles, y podemos viajar mirando las vías.

Los pasajeros tenemos horarios que cumplir, y a TBA no le importa porque ni siquiera cumple los suyos. Perdemos presentismo y premios cuando TBA quiere.
El Sarmiento es lo más putrefacto de la sociedad. Todas las inmundicias que rodean el mundo se concentran homogéneamente en cada vagón.
El tren es una sociedad en la que cada ser es perfectamente egoísta y agresivo, en la que la avivada criolla es una virtud respetada y admirada. Una sociedad donde está bien golpear a cualquier persona que esté cerca nuestro, con tal de sentarnos.
He visto a adultos golpear y empujar bebés. Y cuando termina la salvajada, la gente se ríe. Porque, claro -dicen ellos- "si no te lo tomás con humor, vas a vivir angustiado".

Pero no culpo a la gente, no. Culpo a  TBA, quien con su manejo del transporte público nos enseñó que si no te sentás en el tren viajás tan pero tan mal que te queda doliendo todo hasta el día siguiente. Nos enseñó que si no empujás al que está al lado tuyo, él te va a empujar y lastimar a vos. Nos enseñó que es una guerra y que tenés que matar o morir.
Llegué al punto de llorar todos los días en el andén. ¿Saben por qué? Porque TBA es una máquina succionadora de almas. Ellos nos tratan como basura, y nosotros asumimos ese rol aceptando viajar en las repugnantes condiciones en las que viajamos. He llegado a creer que TBA es el mismísimo Demonio.
Y yo me bajo en cualquier andén y lloro. Lloro casi todos los días. Porque si hay algo que TBA no me va a quitar, es el alma. Yo aún tengo la mía y sufro, y lloro. Y me alegra llorar porque significa que todavía siento. Significa que no estoy dispuesta a perderla, así como pierdo mi dignidad cada vez que me subo al andén.

Y hoy lloro porque TBA nos quitó los cuerpos de 51 personas que viajaban conmigo. Sus últimos momentos de vida lo pasaron despojados de su dignidad y personalidad. Murieron siendo un número más de animales sin importancia, como somos todos cuando viajamos.
TBA nos está matando, y ustedes no hacen nada para evitarlo. Le entregaron unos hermosos trenes de dos pisos, que fue como entregarle un Ferrari a un nene de 5 años para que juegue.
Le dieron algo maravilloso a una empresa que es tan incapaz de resolver problemas que yo ya no me sorprendo con las cosas que veo.
Doy unos ejemplos:

Problema: Por alguna razón a la gente se le ocurrió que en furgón se puede fumar, y hay tanto humo que la gente se ahoga y no puede respirar.
Solución de TBA: Sacarle las ventanas a los furgones para que salga el humo.

Problema: La gente no paga el boleto.
Solución de TBA: Amenazar con una multa si no tienen boleto a la salida, pero liberar todos los molinetes y tener a dos guardas que en lugar de revisar los boletos, revisan sus mensajes de texto.

Problema: La gente no quiere salir de un tren que se canceló sin explicaciones.
Solución de TBA: Mandar un par de empleados de TBA a que insulten a la gente, les chisten y les digan "fuera, fuera, fuera" como si fueran perros para que se vayan.

Si TBA fuese un doctor, curaría las fracturas expuestas con apósitos adhesivos.

Lo que pasó ese miércoles no nos soprendió a ninguno. Lo primero que pensé fue "ufff, ¿y ahora qué pasó?".

Lucas Menghini viajaba en el mismo vagón que yo. Estaba en una cabina en la que está prohibido estar.
Bah, los pasajeros creemos que está prohibido entrar ahí porque en realidad no hay prohibiciones explícitas. Pero a veces entramos, ¿saben por qué? Porque ahí dentro se viaja muy mal.
Pero afuera se viaja extraordinariamente horrible.
Quisiera que Nilda Garré viaje durante un año en el Sarmiento, a ver si no considera jamás ni por un segundo viajar allí dentro.
No, Lucas no tuvo la culpa.

La culpa la tienen ustedes porque no le dieron otra opción a Lucas. Ni a ninguno de los otros 50 pasajeros fallecidos. ¿Qué hace falta para que hagan algo? El miércoles se les sumaron 51 muertos que ustedes tienen que cargar sobre sus espaldas. Durante el resto de su vida van a sentir ese peso. Como les dije al principio, considero que TBA es el Diablo en persona. Estén seguro de que va a seguir matando gente.

Mis padres me enseñaron a no usar la palabra "odio", porque es una palabra fuerte. Pero se los tengo que decir: Los odio. Los odio por lo que le hicieron a Lucas.
A Lucas Menghini, a los 50 Lucas que murieron en esa tragedia, y a los 40 millones de argentinos que desde el 22 de Febrero de 2012 también nos llamamos Lucas.

22/2/12

Llegué al andén en Moreno temprano a la mañana, y había (como casi siempre) mucha gente y ningún tren.
Pensé que quizás podía tomar el diferencial para no viajar tan mal, así que fui a comprar un boleto; estaban agotados.
Mientras vuelvo al andén normal, un tren se acerca. Veo que el primer vagón está practicamente vacío, y casi entro pero seguí caminando porque el 1er vagón siempre se llena más de gente que el resto de los vagones. Casi entro al 2do, pero era el furgón. Al tercero no subí, porque  está justo al lado del furgón y el olor a cigarrillo llega inevitablemente. Así que para viajar con menos olor (nótese que no dije "sin olor") decido subirme al cuarto vagón, donde pude sentarme.
Salió de Moreno lleno de gente, y llegó a Once repletísimo. Uno de los plásticos que cubre el mecanismo de la puerta se salió en el medio del viaje y los pasajeros que estaban al lado de la puerta trataban de sostenerlo para que no lastime a nadie.
Empieza a llegar a Once, y todos hacemos esos arreglos de último minuto antes de salir del tren; nos atamos bien el pelo, guardamos los libros, acomodamos bien la mochila sobre nuestros hombros...
En ese momento de alivio por haber terminado el viaje, el tren hace una frenada muy brusca, y la cara de la gente se transformó: pude ver el terror en sus ojos. Imagínense un grito de horror, como los de las películas. Da escalofríos. Ahora imagínense ese grito multiplicado por 200 personas. Fue horrible.
Al frenazo se le sumó un golpe seco que sacudió todo el vagón y el tren se detuvo. Caí encima de la chica que estaba sentada enfrente mío y no me pasó nada. La gente gritó un poco más y los que pudieron huyeron.
Me fiijé si la chica sobre la que caí estaba bien, y sí, lo estaba. Se levantó y trató de salir.
Traté de ayudar a la gente que estaba caida en los pasillos y era muy difícil. Estaban todos encima de todos y se tornó una tarea bastante dificultosa. Le dimos el asiento a una chica que se golpeó la pierna y lloraba como si no hubiese mañana.
Cuando ví que todos estaban más o menos bien, decidí salir.
Había gente tirada en el piso, llorando, sangrando. Yo que soy una caminadora ligerita, me encontré caminando a paso de tortuga, mirando el desastre; el tercer vagón estaba incrustado en el segundo, el segundo en el primero, y éste último aplastado contra el parachoques del andén.
Llanto de gente por todos lados, gente gritando "HIJOS DE PUTA!" y pensando en golpear al maquinista, sangre (de esa sangre negra y densa), vidrios estallados, y la horrenda sensación de "pude haber estado en cualquiera de estos dos vagones".
Mi odio al cigarrillo me evitó haber sido herida.
Mientras salgo de la estación, un tipo me cuenta que siempre viaja en el primer vagón, y que perdió el tren que chocó, por lo que tomó el tren siguiente que llegó unos minutos después del choque. No puedo describir la mirada que tenía en su rostro.

Me fui a tomar el colectivo mientras aún temblaba, y llegué a mi trabajo. Desde aquí estoy escribiendo esto, todavía un poco conmocionada.

¿Se dan cuenta de que ponemos nuestras vidas en las manos de estos irresponsables todos los días?

14/2/12

Contagio

Me contagié de una terrible enfermedad capitaliense: La soledad.

En Provincia uno se siente más o menos seguro; si no sabés dónde queda una calle, le preguntás a alguien, si él no sabe alguien se te acerca y te explica cómo llegar.

En Capital no es tan así. Si bien cuando le preguntás a alguien dónde queda una calle te contestan, hay como un aura de soledad que rodea la ciudad.
Uno camina y vive solo. Todo lo hacés solo. Si necesitás ayuda, te llevás la Guía T, pero tratás de no hablar con nadie.
En Capital, preguntar dónde para el colectivo, qué estación te deja cerca de Callao o cuánto sale el colectivo hasta Retiro es una señal de debilidad. Si te detenés a observar a la gente en la Ciudad, podés ver que cada una de las miles de personas sigue un rumbo fijo sin detenerse a mirar a los costados. Así es como uno se maneja en Buenos Aires.

Cuando empecé a viajar a la Ciudad, me dí cuenta de estas cosas lentamente.
Una vez el colectivo no paraba en la parada normal, sino 3 cuadras más adelante porque se estaba arreglando una calle. El boletero estaba en la parada normal, me dijo "el colectivo para más para allá", sin decirme exactamente dónde, y me vendió un boleto. Fui caminando tratando de darme cuenta dónde paraba. Llegando a un semáforo en rojo, veo que mi colectivo estaba ahí. Le golpeé la puerta y le mostré el boleto. El colectivero me miró con cara de orto, me hizo que "no" con la cabeza y siguió mirando para adelante. Le grité "¿Dónde?" y se limitó a señalar con la cabeza hacia adelante, sin mirarme siquiera. Lo puteé y seguí caminando.

Después de dos o tres veces de esto, uno se acostumbra: a nadie le importás, no valés nada y todos creen que sos un idiota. Manejate solo porque nadie te va a ayudar.

El otro día en Moreno, yo tenía que cruzar la ruta para tomar el colectivo. Veo que el colectivo se acerca, y medio que trato de cruzar, pero no puedo porque pasan muchos autos. Revoleo los ojos y pienso "mah sí" y me despido del colectivo.
El colectivero vio todo esto y me mira, señala su colectivo y me hace un gesto de "¿venías para acá?". Yo me ilumino y le hago que "sí" con la cabeza.
El tipo se pone en un costado y ¡espera que pueda cruzar para ir a tomarlo! (que fueron 10 segundos, como mucho).
Y ahí recordé que no es la primera vez que pasa eso. El tren diesel que va para Mercedes también me esperó una vez al verme corriendo con desesperación.

Quizás conforme fue pasando el tiempo, mi corazón noble y pueblerino se fue recubriendo de una capa fría de acero capitaliense, pero queda en mis manos volver a calentar mi sangre y ser el maravilloso ser que mis padres me enseñaron a ser.
Y los dejo con ésta lección, me tengo que ir a patear unos niños y vuelvo.

3/2/12

SUBE

Como tengo lectores internacionales, debo hacer esta introducción: Hace relativamente poco, el Gobierno lanzó la tarjeta magnética recargable SUBE (Sistema Único de Boleto Electrónico), que sirve para pagar el boleto de cualquier transporte público, ya sea trenes, subtes o colectivos.
Yo tenía la Monedero, que sirve para lo mismo, pero saqué la SUBE apenas tuve oportunidad, porque si llego a perderla me dan una tarjeta nueva con el saldo que tenía cuando la perdí.
Los de SUBE estaban en todas las esquinas, por todos lados, a los gritos "SUBE, SUBE, QUIÉN QUIERE LA SUBE? ES GRATIS, SUBE, SUBE!" y el trámite se hacía en dos minutos como máximo.

El 1ro de diciembre, la mayor parte de los colectivos y trenes empezaron a usar el sistema SUBE. ¡Lo cual me pareció genial porque yo usaba tres tarjetas diferentes! Una para los colectivos en Capital, otra para el tren y otra para los colectivos en Moreno.
Hace dos semanas, se anunció que la tarifa de los transportes va a aumentar. Y que los que tienen la tarjeta SUBE, van a pagar lo mismo que se paga ahora. Fue como el último empujonazo para que todos tengan la tarjeta.

Ahora TODOS quieren hacerla.
O sea, cuando era conveniente tener la tarjeta para hacer más rápido al pagar (por uno, y por los que suben detrás), para solucionar el problema de la escasez de monedas (sólo se podía pagar el colectivo con monedas, así que en todos los kioscos del país faltaban!), para agilizar el sistema de transportes, para gastar menos papel (con la SUBE no hay boleto), a nadie le importaba. Los de la SUBE no sabían ya como hacer para ofrecerla.
Ahora, cuando les dicen "dentro de un mes les vamos a cobrar un peso más si no la tienen", la gente salió corriendo en calzones de su casa para obtenerla en ese preciso instante.

Cuando llegué a la estación de Once, ví que la cola para obtener la tarjeta empezaba en la mitad de la estación y seguía de largo hasta el final de uno de los andenes.
¿Se entiende? Atraviesa la estación, entra a los andenes, y llega hasta el finaaaaal de uno.
Habrían unas 200 personas esperando. A las 7.30am... cuando los de SUBE empiezan a atender a las 10.

Mientras me iba acercando al centro de SUBE, miro a la fila con desprecio; veo en todas sus caras al típico argentino chanta que sólo se mueve cuando le tocan el culo. Egoístas, ratas. No merecen vivir en sociedad. ¿Cómo puede ser que tenga que compartir el país con este tipo de gente? Asco me dan, asco. Siento como la cara se me arruga por los gestos nauseabundos que me genera la situación. Sigo caminando mientras los miro con infinito desprecio. Miro hacia adelante y justo enfrente mío tengo una cámara de televisión.

Así que ya saben, si vieron en las noticias una chica con cara de estar a punto de vomitar diablillos que de golpe ve la cámara, se pone colorada y se va caminando ligerito... ¡me vieron a mí!


26/1/12

Como enemistarse con Mechicabota sin saberlo

Volviendo del trabajo muy cansada, procedo a echarme una siesta en el tren. Estaba muy muy cansada, y la siesta me estaba haciendo muy bien.
Cuando de pronto me despierta una canción de folklore.
Pensé que era el vendedor de Mp3, así que lo miré para tratar de que me salieran rayos láser de los ojos y explotarle la cabeza. Pero me sorprendí al ver que era un grupo cantando y tocando las guitarras en vivo.

Eran tan buenos que se me pasó el mal humor y el cansancio, y sólo me quedé allí, escuchándolos, a pesar de que no me gusta el folklore.





Cuando terminaron de cantar sus 3 canciones, comenzaron a pasar la gorra y a ofrecer su CD que salía $10. Como yo no quería el CD, les sonreí y les dí $7. Al irse yo me volví a dormir.

Al otro día, todavía cansada, me duermo una siesta en el Sarmiento. Me despierta una guitarra. Abro los ojos, y veo que el grupo se volvió a subir al tren de esa hora hacia Moreno. Me molestó un poco, porque estaba muy muy cansada. Pero los músicos en los transportes públicos me pueden, así que -sin sonrisa esta vez- aplaudí al final de cada canción, y les dí $5 de gorra.

Dos días después, volviendo para Moreno, me despierta una guitarra. Pienso "naa, no puede ser". Miro, y el grupo se vuelve a presentar igual que hace dos días. Ya no les sonrío, aplaudo ni miro. Pero les doy $2 de gorra.

La semana siguiente, vengo durmiendo y me despierta una guitarra. Los miré para tratar de que los rayos láser le explotaran las cabezas, pero no pude. Traté de quemar sus guitarras con la mente, pero tampoco obtuve resultados satisfactorios. Así que me senté allí, soportando las 3 canciones que ya me aprendí. No les dí nada de gorra.

Ayer venía tratando de dormir en el tren, y me despierta una guitarra.

Todavía fantaseo sobre ellos, teniendo ataques psicóticos mientras tocan en el tren. Que el percusionista se vuelva caníbal de golpe y ataque a los otros. Que el techo del tren se imante, atraiga y destruya a su bafle. Que las puertas del tren se cierren cuando están entrando y los aplasten.

Son mis enemigos, señores folkloristas, y paso mis días entrenando mi mente para hacer telekinesis y mover sus guitarras mientras tocan y tirarlas por la ventana.
Teman, señores guitarristas, teman.

17/1/12

Vacaciones

Durante los días de intenso calor, pude cambiar la calurosa y gris ciudad por el verde y calmado Pueblo.
Pasé mis días con mis tres mejores amigos: Agua Helada, Bikini y Aire Acondicionado.
Pero conforme iban pasando las horas, me veía cada vez más cerca del retorno a la horrorosa Ciudad, con sus piquetes, los asientos de colectivos que se te pegan al cuerpo cuando te sentás, y se despegan con un "sshhhkkkk!!" que te depila la espalda. El radiante calor que sale de la calle, de los edificios y del cielo.

Unos días antes de terminar mis vacaciones, las pesadillas comenzaron a asediarme: Venía el tren, pero tenía sólo dos vagones. La puerta abre justo donde estoy yo, y veo tres asientos vacíos. Trato de entrar, pero no puedo, algo me traba. Lucho con todas mis fuerzas para entrar, pero no hay caso. Veo lentamente como los asientos se ocupan.

Me despierto en un grito ahogado.
Era sólo un sueño... sigo de vacaciones.

Al otro día veo que el único tren está por arrancar. Corro detrás de él, y no lo alcanzo. Me vuelvo loca, pero no me acerco en lo más mínimo. Luego de horas de correr y correr, con el tren en movimiento llego a una de las puertas y logro subirme de un salto. Mientras busco donde acomodarme, el tren atropella a un muchacho suicida y cancelan el tren.

El miedo y la transpiración me despiertan.

Cuando por fin llega el día, me subo al tren normalmente. Me logro sentar. Me dispongo a viajar... ¡¡y me doy cuenta de que van a tomar un exámen para poder viajar y yo no estudié!!

Me despierto.

Y así sigue. Me siento al lado de una vieja que está tan concentrada en su celular, que no se da cuenta de que me golpea todo el tiempo con los codos. Su olor a naftalina penetra en mi cráneo. Llego a la Ciudad y todas las calles están cortadas. Trato de subirme al subte, pero aumentó su precio en un 127% por el mismo servicio de mierda.

Y no, no me desperté. Sigo viva en la pesadilla de La Ciudad.

Y me acabo de dar cuenta de que vine en ropa interior.

2/1/12

Estoy de vacaciones!

Los Beatles también tenían que descansar de ser Beatles


Estaré de vacaciones hasta dentro de dos semanas, cuando dejaré de ser felíz y volveré a subirme al Sarmiento para oler el smog de la ciudad.

Nos vemos entonces.

Felíz año!!