21/10/11

La mafia de los bebés

La mafia de los bebés me persigue.
Es una guerra injusta:  ellos están por todos lados, y yo por tan pocos...

Cuando llego al andén, inevitablemente me encuentro con algunos miembros de su organización. Me ubico estratégicamente en los lugares en los que no haya bebés.
Aquí hay uno, entonces me voy para allá. Voy a tomar un café, hay un bebé en aquella mesa, así que me siento en esta bien lejana.
Pero los bebés pretenden tenerme siempre a la vista. A donde quiera que mire, hay un bebé esperándome.
No hay escapatoria.

Una vez, la suerte colocó a todos los bebés cercanos en un mismo vagón. Así que me fui a otro tranquila y felíz.
Inesperadamente, un bebé pasó viajando en su carruaje humano, y al verme se detuvo allí. El chico sentado al lado mío le da el asiento y el carruaje agradece y se sienta.
El bebé entonces procede a una tortura terrible; llora, grita de alegría, o me toquetea.
Las dos primeras destrozan mis oídos y ganas de vivir.
Pero la tercera es peor.

Por alguna razón, le fascino a la mafia de bebés. Se asoman por entre los asientos para mirarme con ojitos maravillados. Toda la vida me pasó lo mismo; puedo sentir la mirada taladrante de bebé a dos cuadras de distancia. Las manos me comienzan a transpirar, se me cierra la garganta y la respiración se me acelera. Miro a mi alrededor; allí, desde su carruaje humano el infante me observa con las pupilas dilatadas y brillosas mientras me señala con alegría a su madre. Húyo antes de que sea tarde.
Pero cuando el bebé está al lado mío, no hay nada que pueda hacer para huir.
El bebé a mi lado trata de tocarme, de agarrar mis cosas, de llamar la atención para que le hable.
Me toca el pelo con su manecita transpirada y llena de tierra pegoteada. Yo me corro. Se acerca más, y me corro de manera de que su carruaje lo note. El carruaje le dice "Noo, mi amor =)" y me mira sonriendo para que le diga "no pasa nada =)".
Pero, a pesar de sentirme obligada, no lo digo. Me niego a caer en la trampa de la mafia de los bebés. La miro seria y vuelvo a fijar mi vista sobre la ventana.
El bebé agarra mi pin de Elvis, yo se lo saco de la mano con fastidio. "Nooo... eso es de la chica =)" le dice la mamá, y me vuelve a sonreir. No le digo nada.
Cuando termina el viaje, lleno de "noo =)", de pies de bebé en mi ropa, de "GÚ!" y de deditos pequeños investigando todo mi ser, siento como si me hubiesen raptado unos extraterrestres para investigar conmigo. La única esperanza es que me hayan dejado estéril.
Mientras salgo de la estación, camino justo detrás de un carruaje humano de bebé. El bebé está mirando para atrás y me observa.
Estornuda, llenando mi cara de minúsculas partículas de saliva de bebé. Detengo mi marcha, horrorizada, mientras el carruaje le dice "¡Epa! =)" y se va felíz.

17/10/11

Día de mierda

El viernes perdí el colectivo que tomo siempre para ir a la estación de Moreno.
El día empezó normal: sonó el despertador en medio de un sueño maravilloso, lo apagué maldiciendo mi vida (no que realmente la odie, pero a esa hora de la mañana detesto mi existencia).
A los 15 minutos estaba saliendo  para tomar el colectivo que tomo puntual todos los días.
El problema fue que, estando a unas cuadras de la parada, lo ví llegar. Temí por mi puntualidad laboral, así que salí corriendo a la máxima velocidad que alcanzaran mis patas.
Tenía que cruzar la ruta para tomarlo, pero los autos no dejaban de pasar ni un segundo. Quería cruzar por entre medio, pero mi instinto de supervivencia no me lo permitió.
Así que ví en cámara lenta como mi maravilloso colectivito se iba felíz hacia el centro de moreno, lleno de arcoiris, estrellas y flores. Y yo, del otro lado gris y lleno de barro.
Mientras sentía una cuchillada en el estómago pensé "bueno. Es momento de perder el control". Así que dejé a mi lógica a que se vaya a tomar un cafecito mientras yo me sacaba la mochila, la revoleaba, la tiraba contra el piso, la pateaba, todo al grito de "LA PUTA QUE LO PARIÓÓÓÓ!!!!".
Luego de un respiro, mis facultades volvieron y decidí esperar el siguiente colectivo.
Apenas doy el primer paso, piso una pileta de barro que me atrapa el pie hasta el tobillo. Miré mi zapatilla embarradísima, mi preciosa media ex-púrpura (ahora negra), y exploté. Me la agarré con la mochila nuevamente.
Llego a la parada, revoleo la mochila al piso y espero el colectivo con frustración, maldiciendo nuevamente mi existencia.
En ese momento, justo enfrente mío, un auto atropella a una moto.
Lo primero que pensé fue "Claramente a él le está yendo muchísimo peor que a mí" y salí corriendo para ayudarlo. Se levantó para putear al automovilista que había cruzado en rojo.
Corrí su mochila, casco y guantes a un costado de la ruta. Un tipo me ayudó con la moto.
La pierna del motociclista comenzó a sangrar, y lo asistimos como pudimos, puteé al automovilista que pedía unas disculpas muy secas, llamé a un patrullero que estaba cerca y traté de darle palabras de aliento al accidentado que temía que lo echaran por llegar tarde a su trabajo.
Luego de 10 o 15 minutos, me dí cuenta de que ya no servía mucho mi estadía, porque ya habían policías allí. Me sentí un poco culpable, porque estaba algo comprometida con la situación, pero viendo que irremediablemente llegaba tarde a mi trabajo decidí irme. Así que le deseé mucha suerte al motociclista y tomé el colectivo que acababa de llegar.
En la estación de tren, tomé uno rápido y viajé sentada. Llegué perfectamente a horario a mi trabajo, fue un día de trabajo muy tranquilo, y además fue VIERNES.
A veces, una miradita pequeña a un verdadero día de mierda, mejora tu existencia por completo.

8/10/11

Troll Mechicabota

Mochilazos

Siempre hay algún desubicado que me pone la mochila en la cara. Está parado con la mochila colgada al frente y se pone al lado mío, que estoy sentada.
Apoya toda su mochila en mi cara, como si eso le diera más comodidad. Como casi siempre estoy durmiendo o dormitando, me aprovecho.
Uso su mochila de almohada. Así nomás. Pongo todo el peso de mi cabeza en su mochila.
El inadaptado se empieza a correr. Y yo lo hago junto a él. Mi cabeza está como pegada a su mochila. En un momento, corre su mochila para arriba y él se va para atrás.
Yo medio que me "despierto" y hago mi acto de "oh, dios, cuánto he dormido, oh, oh...".
A veces tengo que hacer esto 4 o 5 veces. Si me dice algo, le pregunto "¿qué...?" mil veces, le pido disculpas y me acomodo para el otro lado. Me hago la dormida nuevamente y me voy corriendo para su lado, como si fuese la gravedad la culpable.
Eventualmente el inadaptado se aleja y viajo tranquila todo el viaje.
Cuando aprenda a fingir babeo, éste proceso me tomará dos minutos.

Boletazos


Me encanta salir del tren entre toda la multitud, ir hacia los molinetes con las manos en los bolsillos, con los auriculares puestos y con cara de "yo no fui". Cuando el guarda me para, trato de seguir de largo; hago de cuenta de que estoy haciendo de cuenta de que no lo vi.
Me agarra de un brazo. Pongo la cara de sorpresa, y de cordero degollado más trucha posible. Me saco los auriculares y le digo "¿qué...? ¿cómo...?".
"EL BOLETO" me dice con cara de pocos amigos mientras me traba la salida con el brazo y toda la gente se le cuela entre los costados. Trata de detenerlos, pero está muy ocupado tratando de que yo no me escape.
Entonces despliego un acto sublime, lleno de toqueteo de bolsillos, de cara de preocupación, de "no sé, yo lo tenía acá..." y evitando el contacto visual.
El boletero me mira con cara de saber el desenlace, y de molesto por toda la gente colada por mi culpa.
Saco el boleto mensual, y se lo doy mirando al piso.
El boletero agarra el boleto, listo para gritar "éste es viejo!" y no dejarme pasar.
Lo mira, ve que es válido y me lo devuelve con un rostro nauseabundo.
Me voy a las carcajadas.