30/6/11

Palomas

Las palomas son parte del paisaje capitaliense.
Todos los días se ve una innumerable cantidad  de palomas que caminan entre la gente viviendo una realidad alternativa no muy diferente a la nuestra.
El problema es que los capitalienses ya no las ven. Son algo tan común que no merecen siquiera una muestra de desprecio.
Las palomas, preocupadas, diseñaron una serie de tácticas con el fin de llamar la atención de los capitalienses.
Empezaron amistosamente: redujeron significativamente el límite humano-bicho horrendo que se supone universal. De esta manera, cualquier pueblerino se asombra al ver lo muy cerca que uno se puede acercar a ellas.
Pero a los capitalienses no les importó, porque, seamos honestos, ¿hasta qué punto quiere una persona acercarse a un bicho tan horrendo?
En su siguiente reunión anual, las palomas trataron de ingeniarselas para crear algo que logre atraer la atención de los maravillosos capitalienses. Llegaron a la conclusión de que no las veían porque los humanos tienen los ojos muy arriba y ellas son chiquitas y andan por el piso. Entonces empezaron a volarle a la cara a la gente.
Pero esto tampoco funcionó.
En una tormenta de ideas, una de las palomas del Concejo gritó "¡el sexo vende!", y las demás estuvieron de acuerdo.
Desde ese entonces, podemos ver a los palomos hinchados y anunciando enfáticamente que "CRRRRUUU" mientras la bella y curvilínea paloma no le da ni la hora.
El alto grado de erotismo palomil obligó a los pichones a quedarse en el nido hasta que tuvieran edad, pero lamentablemente este show erótico no interesó a nadie, ya que se puede ver a un macho inflando el pecho por una hembra que no lo tocaría ni con un puntero láser en cualquier discoteca.
Las palomas siguieron con violencia: Tres o cuatro palomos peleando hasta la muerte por un cacho de pan.

Nada.

¿Hasta dónde llegará una paloma por saciar su gula? ¿Será capaz de comer sobras de milanesa de pollo, a pesar de ser casi canibalismo?

Nada.

¡Vea, vea a las asombrosas palomas sin una pata! 

Nada.

Finalmente las palomas se cansaron y decidieron evacuar sus vientres en cualquier espacio. Se puede ver en toda la ciudad enormes pilas de caca. Todos caminamos, nos sentamos y vivimos sobre caca.
Las palomas decidieron que si los capitalienses no les prestaban atención por sus maravillosas cualidades, lo harían por sus más desagradables defecaciones.
Desde ese entonces, los capitalienses odian a las palomas, por ser generadoras de pura mierda.

Años más tarde, Marcelo Tinelli se copió de su idea, y por alguna razón tuvo mucho éxito.

24/6/11

Viejas de pelo corto

Hay un momento en la vida de toda vieja en el que decide cortarse el pelo bien cortito.
En estas viejas, el pelo representa la bondad, el respeto y la paciencia. Pero al tomar la decisión de dejarlo atrás, resuelven convertirse en inadaptadas sociales, gritonas y exageradas.
Se las puede ver en el tren golpeando y empujando a la gente para que las dejen entrar, en la oficina de correos gritando que el sistema empleado para atender a la gente es una "ver-güenza" y en los parques, aconsejando a las madres que no dejen jugar a los chicos en el pasto porque está lleno de insectos "y cosas raraas".
Si, además, el pelo está teñido de rojo o rubio y tienen rulitos, estas viejas se roban los sobrecitos de azúcar de los bares, opinan que "ese bebé llora porque le duele la panza" y se quejan de todo usando argumentos como "yo soy una SEÑORA". Porque toda su vida se resume en eso, en ser una SEÑORA, en pedir descuentos en un supermercado por una lata levemente abollada y en mirar a la juventud con ojos decepcionados.

Pero yo quiero creer que el pelo que soltó está en algún lado, haciendo buenas acciones; rescatando perros callejeros, ayudando a petisos a alcanzar en frasco en lo más alto de la alacena y volando con la brisa para generar miles de blancos destellos bondadosos.
Ojalá que las canas lo iluminen, querido lector.

3/6/11

El problema

El problema es que alguien les hizo creer que son especiales, cuando no lo son.
Se creen un regalo del cielo, y esperan que actuemos como si lo fueran.
Las mujeres se embarazan desde hace millones de años. Por millones de años, seguirán haciéndolo. No me alcanzan los dedos de las manos para contar la cantidad de embarazadas que veo en un día. Pero ellas siguen creyendo que son especiales.
Cuando suben a un colectivo, no piden el asiento que corresponde; ellas son demasiado especiales para eso. Entonces se quedan con cara de "pobrecitas". Es que son tan especiales que las pone tristes que nadie note su especial bulto en su especial cuerpo. Un plebeyo grita "¡¡¡un asiento para la chica, que está embarazada!!!" y ella se siente feliz porque alguien le ofició de vocero, ya que ella es demasiado maravillosa como para hablar o ejercer su derecho.
Algunas no toleran que no se den cuenta de su especial condición (preñarse... ¡¡faaaa, qué especial!!), entonces pasan por encima a todos los que están enfrente de ellas en fila, y suben primero.
Si alguien se atreve a decir algo al respecto, la porta-fetos dice "estoy embarazada", y todos los pobres mortales se corren de su camino, mientras realizan reverencias y le echan flores a Su Especial Majestad.
Las embarazadas tienen inmunidad a los códigos básicos de respeto en la sociedad. Ellas, con sólo decir "estoy embarazada" pueden pisotear la cabeza de ancianos, escupir manzanas acarameladas de niños y vomitar sobre la comida de comedores comunitarios.

-Eh, flaca, yo estaba primero-
-Bueno, estoy embarazada, así que es lo mismo- (y sube)
Desde que dejé de ser un feto, nunca había tantos deseos de bañarme en líquido amniótico.

(La últma frase se le escapó a Mefistófeles).