11/3/10

Gran decepción capitaliense

¿Quién no se ha llevado una gran decepción en Capital?
A todos nos ha pasado de comprarnos unos caramelos con buena pinta que terminan teniendo gusto a tierra. O alguna prenda, como una remera que termina desgastándose al segundo día de usarla.

Creo que la peor decepción que me llevé en Capital fue en el subte. Yo como siempre iba medio dormida y muriéndome de calor (para los que no saben, en el subte así sea invierno, uno siempre se muere de calor).
Como decía, iba medio dormida en el subte, cuando entran unos músicos (eso siempre me reanima). Dos tipos grandes, de unos 55 ó 60 años. Uno con una guitarra y otro con una trompeta. "¡Buenísimo!" pensé, "dos tipos grandes, la deben tener re clara, encima una trompeta... ¡algo diferente y nuevo en el subte!".
Se acomodan... (yo también), y empieza el guitarrista a hacer un ritmo muy copado con la guitarra. El trompetista se prepara para lanzar esa nota que estabamos esperando, y sale un "fffrruuii".
Todos nos quedamos mirándolo, los que estaban mirando para otro lado, o medio dormidos levantaron la mirada y lo observaron con sorpresa.
El trompetista sigue "frrrar frruurr... frrrri... frrra frrri". Los ojos de todos los pasajeros quedaron desorbitados.
El guitarrista "chan, chara chan chan.... chara chan chan..." "frrrrru... frrriiifrrrii". Creí adivinar que la melodía que tocaba era "la cucaracha".
Terminan de tocar, y nadie aplaude, observando con cara de desagrado al desgraciado trompetista. Bah, trompetista no era, sólo tenía una trompeta.
El guitarrista agradece, y el trompet--... el de la trompeta camina por el vagón con la gorra, sin decir absolutamente nada.
Nadie les dió nada.

Unos meses más tarde ví al de la trompeta tocando solo en el túnel de otra línea de subte. Quiero creer que el guitarrista reconsideró la idea de tocar solo.

8/3/10

Mal humor

Si bien uno siempre trata de no caer en el mal humor, en Capital eso es inevitable.
Es que en Capital, perder 10 minutos significa perder media hora. En mi caso, ya que debo tomar el tren que me lleva de vuelta hasta Moreno, significa que si tardo 10 minutos más, podría llegar tarde a la estación de tren, lo que significaría estar hasta cerca de las 8 de la noche en horario pico.
Por eso uno tiene que ir corriendo, empujar a otros y hacer lo posible para ir adelante de todos. Por supuesto, uno no es el único que corre, empuja y codea, así que es inevitable salir herido.
Entre las heridas, los gritos, cuidar que no te roben el bolso, la cumbia sonando en todos lados, la contaminación audiovisual presente en cada rincón de Capital.... uno no puede evitar sentir cierto mal humor. Si a eso uno le suma que en la oficina de uno hay despidos, reuniones sindicales, charlas con los jefes por problemas con algunos empleados (y todo esto habiendo trabajado sólo un mes)... el mal humor toma control sobre el cuerpo de uno, transformándole la cara en una expresión que familiarmente nos gusta llamar "de orrrrrto".
Llegando a Moreno en el tren, luego de arreglármelas con la interrupción de la línea de subte en la que estaba viajando, de mal humor, cansada y enojada, un señor se levanta de su asiento, comiendo un helado de palito. Me mira y me sonríe. Yo le hago un gesto con la cabeza, casi sin ganas. Me mira, y con los ojos me dice "¿por qué tenés esa cara?". Le contesto "mal día". El hombre me sonríe y me dice con empatía "¿mal día?", asiento con la cabeza. Me sonríe, y se baja en Paso del Rey, no sin decirme "Suerte!".
Esa pavada me reanimó. Es increíble como una pequeña buena acción de una persona, puede revertir las malas acciones de muchas personas.

Luego, por supuesto, viajé en el colectivo con un viejo que tosía cada 5 segundos, y volví de mal humor a casa.

4/3/10

Calles

Como pueblerina, estaba muy acostumbrada a responder "no... ni idea" cuando alguien me preguntaba dónde queda tal calle.
El otro día iba caminando y alguien me para.
-Disculpame, ¿te hago una pregunta?-
-Sí...- (Contesto preparando el "no... ni idea")
-¿La Avenida Corrientes...?-
-Nnn.... ¡Ahhh, sí, queda dos cuadras para allá!-
-Gracias-

Dotada de una gran confianza, camino con la espalda bien derecha y la frente en alto.

-Disculpame, ¿te puedo hacer una pregunta?-
-Sí, claro- (con la seguridad característica de un capitaliense)
-¿La calle Larrea?-
-...-
-¿Y?-
-Nnnnn... No, ni idea...-

Encorvo mi espalda nuevamente y camino mirano al piso.

Soy una pueblerina, ¿a quién quiero engañar?

2/3/10

Conductas inexplicables

Hay entre los capitalienses (y los que trabajan en Capital, como la pueblerina que escribe) ciertas conductas que, como bien dice el título, son inexplicables.
Luego de estar un tiempo en Capital, estas conductas de pronto cobran sentido.


Conducta:
En Capital todos hablan de una muy fea manera, casi fascista, de cualquier persona que parezca cumbiera

Explicación:
Luego de vivir varias veces la falta de respeto, escupitajos, malas contestaciones, música a todo volumen en todos lados, robos, etc, producidos por gente de similares características... se hace inevitable odiar a los que tienen éstas características, por más que sean personas educadas y trabajadoras.

Conducta:
En los transportes de Capital, todos se paran enfrente de las puertas varios minutos antes de su parada.

Explicación:
En Capital, cualquier excusa es buena para estar cerca de una puerta. En Capital todos aman a las puertas.

Conducta:
Yendo a Capital, los pasajeros del tren incendian los vagones por un retraso en el horario normal.

Explicación:

Los retrasos ocurren casi todos los días, la gente viaja como ganado, cada nuevo tren que se fabrica tiene asientos más incómodos y duros que el anterior. Como dice mi padre: "lo extraño es que no incendien los vagones todos los días".

Conducta:
En Capital todos usan audífonos con el volumen muy muy alto, tanto que sin tener los audífonos puestos, una persona puede escuchar exactamente lo que el reproductor de MP3 de la otra persona está reproduciendo.

Explicación:
Inevitablemente van a quedar algo sordos, genial para no tener que estar escuchando los frenazos, gritos, bocinazos y cumbia que resuenan incansablemente en Capital.

Conducta:
En Capital, la gente no se agacha cuando una paloma pasa volando cerca de su cabeza.

Explicación:
Si una persona se agachara cada vez que una paloma vuela cerca de su cabeza, viviría agachada.

Conducta:
En Capital todos tienen cara de traste.

Explicación:
Trabajan y/o viven en Capital.