29/7/11

Farmadicción

La Ciudad me parece un lugar horrible. Es todo gris, los autos zumban constantemente, las baldosas están rotas, hay una saturación de gente en las veredas.
Pero todo lo vale, porque Capital tiene el mejor negocio del mundo: se llama Farmacity.
Farmacity es una cadena de farmacias gigante. Ha ampliado tanto el negocio, que allí uno puede comprar tanto cosas de farmacia, como productos de tocador, yuyos, golosinas, CDs, maquillaje, ropa interior, medias, auriculares y muchos más etcéteras.
Siempre salgo del trabajo medio bajoneada; tengo sueño y estuve sentada frente a la compu varias horas. Entonces opto por ir a Farmacity a levantarme el autoestima.
Entrar a Farmacity me hace sentir como una dama rica. Los guardias de seguridad te saludan a la entrada, y te sentís especial. Tenés que dejar tu bolso en un locker, y la llave no es la clásica chiquita de locker, sino que es grande y bonita. Es como si tuvieras tu propia llave del local y te sentís dueño de todo.
Allí empieza el descontrol consumista.



Siempre que voy a comprar una cosa, termino comprando cuatro o cinco.
Todos los productos están exhibidos como en un supermercado, por lo tanto se emplea el sistema de ventas "andá y agarrá". Voy a comprar curitas... pero al lado de las tristes color piel hay unas de Hello Kitty. Sale $2 más... y bueeeno, dos pesos por un gatito tierno no es nada. Voy hacia la caja, pero en el pasillo de al lado hay shampoo. Chusmeo un poco. Hay uno para dar más volumen. Leo el reverso "con keratina que ayuda a fortalecer las puntas y dar un hermoso volumen, con brillo fantástico, aroma a rosas, y estrellas y arcoiris y cachorritos". Tengo que comprarlo... pero debería comprar un acondicionador bueno, también.
Elijo el acondicionador, pero en el pasillo de al lado hay cremas de peinar. "Voy a tener el cabello maravilloso si además compro crema de peinar!!"... compro el que me promete riquezas y 3 deseos.
Y así sigo al pasillo de al lado, que tiene muchas cremas. Quiero una exfoliante, pero no sé cuál. Allí aparece una muchacha de Farmacity que te pregunta si necesitás ayuda. Ella es como una enciclopedia de cremas. Podés preguntarle lo que quieras, que te va a contestar todo, siempre con una sonrisa y haciéndote sentir que sos importante. Cuando elegís tu crema, te deja en paz y te desea un buen día.

Termino comprando esmaltes, sombra de ojos, cremas, medias y chocolates.
Ir a Farmacity es como ir de shopping pero sin que te molesten los vendedores. Y no sólo eso, sino que Farmacity te vende algo más que productos; te vende tu propia belleza.
¿Quién no gastaría $30 en algo que te promete llegar a ser la mejor versión de vos misma?
Yo nunca fui una chica que se preocupara por esas cosas, pero Farmacity tiene la facilidad de hacértelo desear. Cada crema que comprás se siente como un pasaporte a la felicidad.

Lo malo es que nunca podés escapar. Cada dos cuadras hay uno, cada uno más grande, lindo y brillante que el otro, lleno de cremas milagrosas y maquillaje de Revlon.
Mi amiga Karen me decía el otro día "Me mudé muchas veces dentro de Capital, pero siempre tenía un Farmacity cerca. Y abre las 24 horas. O sea que puedo comprar una sopa instantánea y una tira de Diclofenac a las 3 de la mañana. Soy felíz".

¿Saben qué?
Yo también.

22/7/11

Risas

El otro día iba en el Sarmiento tranquila, tratando de descansar y de recuperarme de la gripe y las fuertes fiebres que me afectaron toda la semana.
Pero algo no me dejaba descansar: era un grupo de señoras y un señor que hablaban a los gritos y se reían desmedidamente.
En general, cuando tengo que viajar con gente insoportable por su mediocridad, comienzo un trabajo mental que consiste en odiarlos y en pensar en lo terrible que debe sentirse ser ellos. Me siento mejor al pensar que ellos se están perdiendo algo maravilloso que yo sí puedo apreciar.
Por ejemplo, cuando hay alguno escuchando cumbia, yo pienso "bueno, pobre mediocre. Me está hinchando las bolas, pero él se está pudriendo el cerebro solo. No sabe las cosas que te puede hacer sentir una canción. No sabe lo que es llorar con música que no tiene letra, no sabe lo que es sentir ira, alegría, decepción con un tema. Se está perdiendo tanto...".
La otra vez había unos pibes burlándose de que un tal "Yoni" miraba el Discovery Channel. Lo trataban de nerd y de aburrido. Yo pensaba "bueno, pobres mediocres. No saben las cosas interesantes que pueden aprender, y lo mucho que algunos documentales pueden romperte la cabeza. Felices de ser ignorantes, pobres de mente. Vida mediocre y triste".

Ahora, con éstas personas me sentí desilusionada. Eran muy gritones y ruidosos y no tenían consideración por toda la gente que trataba de descansar un poquito más antes de entrar a trabajar. Pero lo que me hizo pensar "pobres mediocres" fueron sus chistes.
Decían cosas muy básicas, lavadas, predecibles y aburridas... pero se reían como si estuvieran viendo a Monty Python. Cosas como "eeh, no me digas que tenés frío!!" con 2 grados bajo cero hacían que las señoras se quedaran sin aire de la risa.
Entonces empecé mi discurso mental "pobres mediocres, se ríen de cualquier pavada sin saber que...". Y ahí me quedé sin argumentos.
Yo he ampliado mi paladar humorístico, y no me río con todo, sino con lo que tiene cierto tipo de nivel. Los chistes pre-armados (del estilo "entra un hombre en un bar con un pato en la cabeza y el barman el dice...") me parecen bastante tristes. No necesariamente me río de sólo los "chistes para pensar", sino que espero que el humor nazca de situaciones un poco más elaboradas. Me rio de muchas menos cosas que esa gente. Por lo tanto, estoy perdiendo.
Si bien un chiste bien hecho es cultura, la finalidad de un chiste, es hacer reír. No es llenarnos de cultura ni conectarnos emocionalmente con alguien. Es reír. Y si alguien se ríe con absolutamente todo... me está ganando. La mediocre soy yo, que no puede reise con todo.
¿Qué pasaría si pudiera reirme de el chiste "no te veo desde el año pasado!" el primero de Enero? ¿O de los hombres que se visten de mujeres y tienen pelos en las piernas, de los PowerPoints con chistes "de doble sentido"? Sería más felíz y no tendría la necesidad de odiar a la humanidad. Esa semillita que en otras personas genera felicidad, en mí no genera nada.
Triste vida, la mía.

Después volé de fiebre, y quizás esa fue la causa de esta pequeña reflexión.

8/7/11

Mi estrategia

Sentirse cómodo en el Sarmiento no es algo fácil: está lleno de trampas, de falsas esperanzas y de niños gritones.
La parte difícil del Sarmiento es sentarse. Las tácticas que aprendí en este tiempo, no puedo compartirlas con ustedes porque se basan en el instinto.
Pero aún si estamos sentados, quienes definen si nuestro viaje es cómodo o incómodo son las personas que viajan con nosotros.
Por ejemplo, si no viajamos en hora pico, uno puede elegir dónde sentarse. Y esto sí puedo enseñarles; elijan a sus vecinos cuidadosamente.
Con esta gente nunca hay que sentarse:
  • Nunca sentarse cerca de un niño  menor de 10 años:
    No importa si es un bebé dormido o una niña sentada como la duquesa de Alba: eventualmente va a llorar o a gritar. Y si no lo hace por voluntad propia, su madre se va a encargar de que lo haga haciéndole cosquillas o ruidos extraños con la boca para que se ría.
  • Nunca sentarse cerca de alguien que tenga un mate:
    Quien tiene tal deficiencia mental que lo obliga a estar pendiente del mate las 24 horas del día y toma en el tren como si fuese insulina no merece mi confianza. Yo ni por un segundo creo en que si el tren hace una frenada él no va a tirar el agua y la yerba por todos lados. No confío en este ser, y ustedes tampoco deberían.
  • Nunca sentarse cerca de alguien que tenga el celular en la mano:
    Si tiene el celular en la mano, sólo puede significar cuatro cosas: 1) Va a estar mensajeándose todo el viaje y es muy probable que cada vez que apriete una tecla se escuche "pup". 2) Va a estar todo el viaje hablando con su hermana, la Pochola.. 3) Va a poner a Dadi Llanqui o los Guachidiotas a todo volumen. 4) Va a jugar jueguitos todo el viaje con el sonido encendido.
  • No sentarse cerca, ni en el mismo vagón que dos o más chicas hablando:
    Las chicas que hablan, hablan. Tienen una voz chillona y se ríen de cada idiotez que dicen mientras chusmean sobre Fulanito, Menganita y Macri. No hay excepción; si me ven en el tren con una amiga... ¡húyan, húyan!
  • No sentarse al lado de una Señora con Muchas Bolsas (LWLB por sus siglas en inglés):
    Ella no pone sus bolsas en los portabolsos del tren. Todas las LWLB necesitan tener todo entre sus pies. Se le van a caer y vos vas a sentirte obligado a ayudarla todo el viaje. Y si no la ayudás, vas a tener que escuchar sus disculpas constantes.
  • No sentarse cerca de viejos que suspiren diciendo "ahí está..." cuando se sientan:
    Es fija que te van a hablar todo el viaje. Y si encima tienen Muchas Bolsas... ¡húyan, húyan!
  • No sentarse cerca de cumbieros que no estén descansando, tengan auriculares puestos o tengan un celular monofónico:
    Yo sé que no todos los cumbieros hacen esto, pero lo más probable es que pongan cumbia o reguetón a todo volumen con el celular. Si están descansando (cabeza apoyada en la ventana o en el respaldo) es que quiere estar tranquilo. Si tiene un celular monofónico, podés olvidarte de la pesadilla. Ahora, si tiene auriculares hay que evaluar: si se escucha la cumbia a través del auricular, andate; en cuanto en la canción empiece a sonar el sintetizador que parece un mosquito ebrio, puedo asegurarte que vas a querer arrancarte el cerebro por el oído con un sacacorchos.
Si seguís estos consejos al pie de la letra, igual vas a viajar como el culo.
Es el Sarmiento, ¿qué esperabas?