Y no es para menos; se achican, tienen el pelo corto, voz de cotorra y jamás aceptan sus equivocaciones.
Pero ser vieja no tiene que ver con la edad: una mujer puede ser vieja a los 20 años. Y tampoco tiene que ver con el sexo: un hombre también puede ser una vieja, sin saberlo.
Para saber si usted (o un conocido) se está convirtiendo en una vieja preste atención a los detalles;
- Cuando hace calor, las viejas se abanican con cualquier cosa: observe, hay muchas mujeres usando abanicos, y quizás esas no están tan mal. El problema es cuando se empiezan a abanicar con lo que tienen a mano: un libro, una revista, la factura de telefónica. Pero empeora con el tiempo: un pañuelo descartable, un paquete de galletitas planas. Y continúa: el celular, los anteojos de sol, la correa de su cartera. Y no, no estoy exagerando, JURO que ví a viejas abanicarse con estas cosas.
- Se ponen plata en el corpiño: Para las viejas, eso de las billeteras es una cosa del pasado; guardan todos sus billetes bien acomodados en su corpiño.
Me acuerdo de que cuando trabajaba en el locutorio, una vez vino una vieja en pleno verano y me pagó con dinero húmedo que sacó sin pudor de su corpiño. ¡Toqué sudor de seno de vieja!
No quiero imaginar donde guarda sus monedas.
- Siempre tienen muchas bolsas: Por alguna razón, las viejas llevan miles de bolsas con todo lo que necesitarían durante el apocalipsis zombie. Pero ahí no termina; usan estas bolsas como acompañante en los colectivos y trenes. Por más que detrás de ella estén subiendo 400 personas más, la vieja se sienta, pone sus bolsas en el asiento de al lado y espera los 20 segundos que toma como máximo para que alguien le pisa ese asiento. La vieja entonces, con cara de querer ayudar, procede a correr sus bolsas lentamente como si jamás en la vida se le hubiese ocurrido que ese asiento podría ser ocupado por un ser humano.
- Siempre esperan a estar arriba del colectivo para empezar a contar las monedas: La vieja puede estar 30 minutos en la parada al pedo. Puede haber visto el colectivo acercándose a varias cuadras de distancia. Pero nunca jamás va a tomarse dos minutos para contar las monedas que necesita para sacar el boleto.
La vieja sube con todas sus bolsas, las acomoda en un asiento, va a la máquina de boletos, saca su monederito, y ante la infinita paciencia de los pasajeros que todavía no pueden pagar, la vieja comienza a sacar moneda por moneda, y las observa antes de colocarlas porque no ve muy bien: da vuelta las monedas de 25 y 50 porque a no ser que vea el número, ella no distingue una de otra.
Podría haber hecho todo esto mientras esperaba en la parada con las bolsas apoyadas en el piso, pero esto va en contra de la Ley de Las Viejas.
- Esperan a subirse al tren/colectivo para realizar sus retoques de belleza: La vieja vive su vida normal, pero cuando llega al tren/colectivo, se sienta y espera a que arranque para sacar de su bolso un pote de crema lleno hasta la mitad y procede a humectarse la cara, las manos y los codos sin sentirse desubicada.
Podemos observar a futuras viejas, que con 20 años sacan su porta cosméticos y se maquillan haciendo malabares por el vaivén del vehículo, apestando el mismo con el olor repugnante de su Angel Face.
PD: ¡Felíz navidad!