Los capitalienses tienen una manera extraña de comportarse durante los días de lluvia.
Estando en verano, todos los capitalienses se juntan a quejarse de lo horrible que está el día, de la porquería de calor, de que parece que vivimos en un sauna. Alguien siempre acota "ojalá que llueva mucho y que baje la temperatura". "Sí, sí... eso!" contestan los demás capitalienses.
La tan esperada lluvia llega y todos los capitalienses se aterrorizan y no quieren mojarse ni la suela de los zapatos.
Los capitalienses harían cualquier cosa con tal de evitar mojarse cualquier parte de su cuerpo o ropa.
Ellos jamás disfrutan la maravillosa sensación de empaparse el la dulce lluvia de verano.
"Bueno, pero tienen que ir a trabajar" dice una señora pueblerina con mucha razón. "No pueden llegar mojados al trabajo".
Una solución lógica sería usar pilotos o camperas impermeables para evitar ser mojado, pero no obstruir el paso de los demás con un paraguas (considerando la cantidad de gente que camina por las veredas).
Pero no. Lo que hacen los capitalienses es abrir sus exagerados paraguas, y caminar todos juntos por la vereda tratando de no chocar paragua con paragua o paragua con ojo. Los señores altos levantan los paraguas los más alto que pueden y las señoras petisas se pegan el paraguas a la cabeza. Es una gran incomodidad en la cual ni siquiera los paraguas salen ilesos. Se ve entre todos los paraguas, alguno que ha vivido muchas tempestades y se sostiene precariamente en uno de sus restantes ganchos.
Nunca falta aquel señor capitaliense que, a causa de la demencia lluviense, sale corriendo por la calle con un cacho de papel en la cabeza, como si con eso evitara mojarse.
El capitaliense promedio que se encuentra bajo la lluvia sin paraguas usará cualquier cosa en su cabeza para sentir que está haciendo algo por protejerse del aguacero . Eso incluye: diarios, revistas, maletines, piedras, e incluso cartoneros.
Otra observación que pude hacer desde mis aún pueblerinos ojos, es que casi todas las veredas tienen algún tipo de techo o toldo. Pero igualmente los capitalienses usan sus paraguas bajo techo.
No sólo eso: cuando termina de llover, los capitalienses siguen usando sus paraguas durante al menos una hora.
Yo, aún no contagiada por el comportamiento capitaliense, todavía disfruto la hermosa sensación de ser mojada por la lluvia. Pequeñas cosas que espero no perder nunca.
4 comentarios:
te falto nombrar a los que corren! al cuete, porque te mojas igual... pero ahi van ellos corriendo con la cabeza gacha sin mirar si hay alguien adelante (con paraguas o no) a quien seguramente atropellaran sin pedirle disculpas, y mas bien maldiciendolo por haberse metido en su camino.
Y que se rompen al crisma al primer resbalón, mojándose por arriba y por abajo...y, porqué no, por dentro
No, en microcentro nadie puede correr, hay demasiada gente en las veredas.
Uff, y las viejas que te ponen el paraguas a la altura de la cara y caminan por el medio de la vereda para que sea imposible esquivarlas...
Pero lo mejor, lo mejor mejor es cuando la gente te insiste que esperes a que afloje la lluvia para salir o que se horrorizan cuando te ven mojado.
Está lloviendo y vengo de la calle. cual es el problema?
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