26/6/12

Reserva

Hace días, me sentía un poco abrumada por la Ciudad. Y considerando que en Moreno está lleno de cumbieros que se preocupan demasiado por poner su boca como un pico de pato para hablar y que no se les entienda nada, tampoco me sentía a gusto en mi Ciudad natal.

Pasaba mis días y mi tiempo libre encerrada en casa sin querer hacer nada de nada.

Hasta que la semana pasada decidí ir a dar una vuelta a la Reserva Natural de Buenos Aires. Pensé que quizás ese lugar sería un pequeño paraíso dentro de la Ciudad.

Y no me equivoqué.
Comencé a caminar por los pequeños caminos de tierra rodeados de árboles



Caminé un par de kilómetros más, cuando descubrí algo maravilloso:


La vista al Río de la Plata es MARAVILLOSA. Me senté en uno de los banquitos a respirar el aire puro y contemplar el paisaje. Habían cuises adorables que observaban atentos todos mis movimientos. Los saludé, pero eran cuises capitalienses y sólo me miraron con cara de orto.

Luego de media hora, decidí seguir mi rumbo, para explorar a fondo la maravillosa reserva.


Caminé... caminé... caminé... caminé...

Pájaros, cuises, bichos... caminé, caminé, caminé, caminé.

Sentía dolor en mi rodilla, pero estaba en el medio de la nada, y tenía que seguir a la salida.

Caminé, caminé, caminé, caminé. Me cansé, y me senté en otro banquito. Los mosquitos empezaron a picarme. Me levanté y caminé, caminé, caminé.

Dejé de sentir las piernas. Era pleno invierno y yo era puro sudor.

Caminé, caminé, caminé. Todo se veía igual que hacía 3 kilómetros.

Hay sólo dos salidas, y tenía que caminar hacia una de ellas.

Caminé, caminé, caminé, caminé...

Por fin, cuando sentía que me iba a morir ahí nomás, veo un cartel que decía "SALIDA/EXIT"... y abajo chiquitito decía "8km".

Así que caminé esos ocho kilómetros, cuando por fin, diviso la Ciudad:




La maravillosa Ciudad, con su smog, su caca de perro en las veredas y sus bocinazos. La hermosa y dulce Ciudad donde tres o cuatro personas pueden cortar una avenida principal porque reclaman que le den el alta a su tía del hospital.

Caminé hacia Plaza de Mayo. Me dí cuenta de que estaba en casa porque había manifestantes tirando bombas de estruendo y porque estaba en una zona con Wifi.

No me dejes, Ciudad... no me dejes.

7 comentarios:

Aída dijo...

Somos una dualidad...Prefiero la soledad de una reserva...Pero con una compu o un televisor...Medio extraño...

Ana O dijo...

Qué reconfortante es la cercanía de la civilización!

Leviatan dijo...

El gataflorismo de esta chica es proverbial

Agustina dijo...

¡Qué linda la reserva! Aunque caminar tanto y ver siempre lo mismo debe ser un poco aburrido. Igual es mejor que cualquier lugar con guachiturros. Los cuises me dan impresión, parecen ratitas :S

¿Al final viste que te gusta la ciudad? Tiene cosas malas, pero otras maravillosas, como los Farmacities ^^

Lonicera dijo...

O sea que caminaste 8 km en total - o mucho más?? No sabía que existía la reserva - qué interesante... (Pero si la ciudad estaba tan cerca me hubiera dado miedo por si me encontraba con alguien.)
Caroline

Gaaspa Posittiva dijo...

Me diste una buena idea para hacer el fin de semana. Con un par de horas me conformo, no podría estar días lejos de la civilización.

Marilyn Recio dijo...

Es bueno pasear asi, sin rumbo de vez en cuando. Descubre cosas bellas como las que describes. Un placer visitarte. Pronto regreso.
http://cuentosdensueno.blogspot.com