Las demoras de los trenes que salían de Moreno a Once eran de 30 minutos (siendo que normalmente los trenes salen cada 5).
La estación de Moreno estaba tan, pero tan llena, que ignorando los problemas sindicales, pensé que habría demoras por algún accidente y seguí el consejo que se suele dar en estos casos: "no tomes el primer tren que llega, en ese se suben todos; esperá el segundo, que a ese se suben los que no subieron al primero y viajás mejor".
Lo malo es que el segundo tren llegó media hora más tarde, y la cantidad de gente volvió a ser la misma.
Entre el mar de gente, empieza a abrirse camino una vieja algo petisa, gordita, con el pelo corto (como todas las viejas) y teñido de un naranjita muy artificial.
La vieja comienza a golpear y empujar con desesperación a toda persona que esté delante de ella. La gente le empieza a gritar "eeeeeeeehhh, cheeeee!!!" y la vieja dice "¿qué che? ¿qué che?", y llega a donde estoy yo y me empuja a mí también. "Eeeeeehh!!! espere! tiene que bajar la gente del tren primero, por dios!!!", y me mira con cara de indignada y se empieza a hacer la cocorita "¿qué? ¿qué? ¿qué decís, eh, eh?". "¡que te calmes!", le respondo. Ahí la vieja se sacó y me dice "¿¿A QUIÉN LE ESTÁS GRITANDO??" y yo, aprovechando mi altura, me pongo bien cerca de ella y la miro hacia abajo mientras le digo "a vos".
La vieja se aterroriza por un segundo, pero vuelve a su papel de cocorita y me grita "aaah, ¿a mí? ¿¿a mí??". Sin cambiar de posición patotera le digo con la voz grave "Sí. A vos".
Entonces, luego de pensar por un rato, a la vieja se le aparece una burbuja de creatividad insultiva y saca una frase matadora que me dejó sin aliento:
"andá a gritarle a tu abuela".
Ante tal muestra de elocuencia, me sentí intimidada y opté por darme la vuelta mientras le decía "no, se murió mi abuela".
Es momento de entrar al tren, y me empiezo a acercar. La vieja de atrás me empuja. Me salió del alma darme vuelta y gritarle "¡¡¡PARAAAAAAAA, VIEJA LOCA!!!".
La vieja loca se ofendió (quizás sabe que es vieja pero no loca, o quizás sabe que es loca pero no vieja, o capaz que no sabe nada, y eso es más triste aún), y con toda la furia me pega.
Me pega al mejor estilo "Señor Burns", pero yo siento la ira que empieza a venirme desde la punta de los pies, atraviesa mis piernas, sube hasta mi cabeza y logra que empiece a cegarme; empiezo a ver todo blanco a mi alrededor, excepto a la vieja, que lo único que tiene de blanco es el blanco de tiro que le apareció en el medio de la jeta, con el tamaño correcto para mi puño.
En ese momento me sentí como Seinfeld cuando su cerebro y su pene juegan al ajedrez. Era la pasión versus la razón. Y puedo ser una persona muy pasional. Pero sabía que no debía, así que me guardé la piña para otro momento y me puse a gritar "¡violencia, violencia! ¡la vieja decrépita me está pegando!".
La vieja con cara de indignación, sufrimiento y odio me mira de la peor manera y ve entre la muchedumbre un asiento disponible, corre hacia él y yo no puedo ni amagar a llegar antes y robárselo, porque había tal cantidad de gente, que no podía casi ni moverme. Cuando la vieja está a dos centímetros de sentarse, una mujer se sienta antes, y ella mira con resignación y odio, el asiento que acaba de perder. Aprovecho el momento. Me acerco, señalo el asiento, y mientras la miro con los ojos bien abiertos le grito en la cara: "¡JA!", y me voy.
En el otro vagón, un hombre se levantó a último momento y me senté. ¡Cómo hubiese deseado que la vieja lo viera..!