Lejos, creo que ví lo más bizarro que ví en mi vida. Y creo que ví lo más bizarro que cualquier persona haya visto en el tren Sarmiento.
La historia más bizarra que tuve hasta ahora fue la de una mujer que se sentó enfrente mío y sacaba cada 1 o 2 minutos un frasco de Nescafé y escupía dentro de él. El frasco estaba 3/4 llenos de saliva.
Pero el otro día ví algo que superó todo. Me tuve que sentar en el medio furgón (para los que no saben, el furgón es un vagón del tren en el que no hay asientos, que estaba destinado a las personas con bicicletas o con bolsos o valijas grandes. La gente fue modificando eso hasta que actualmente es un vagón destinado a las personas con bicicletas, a las que quieren fumar adentro del tren, beber alcohol, fumar marihuana y hasta incluso inhalar cocaína o fumar paco. El medio furgón justamente es un vagón que la mitad es normal, y la otra mitad es furgón).
Como decía, no tuve más remedio que sentarme en el medio furgón, y mientras miraba lo desagradable de la situación, entra un hombre con largas prendas negras y un sombrero también negro, medio a escondidas. Se puso al fondo del furgón, escondido contra una de las paredes del vagón. Miró hacia atrás y me dí cuenta que se trataba de un rabino ortodoxo. Así, con los rulitos, la barba larga y todo.
Sacó de una bolsa algo que empezó a engullir con desesperación. Miré con curiosidad, tratando de ver qué estaba comiendo. Pensé "que gracioso sería que estuviera comiendo un sandwich de jamón". Me reí sola pensando en lo cómica que sería esa situación.
"¡Eh! ¡Eso es un pebete! ¡¡¡Es un pebete de jamón y queso!!! ¡¡¡EL RABINO ESTÁ COMIENDO UN PEBETE DE JAMÓN Y QUESO!!!". No lo podía creer. Se veía claramente que ese pebete tenía jamón y queso. No sólo los judíos no pueden comer jamón, ¡sino que además no pueden mezclar queso con carne!
El rabino comía de espaldas a todos como si no hubiera mañana. Terminó de comer, y ¡sacó otro! Se lo devoró con muchísimas ganas, mientras miraba de reojo a los demás.
Yo estaba sumamente sorprendida y creo que nadie más lo vio.
Finalmente el rabino bajó en Floresta y allí terminó el momento más bizarro que presencié en el tren.
2 comentarios:
jajajaja, me muero si veo la situación y alguien le grita ¡¡¡EL RABINO ESTÁ COMIENDO UN PEBETE DE JAMÓN Y QUESO!!!, me descompongo de risa ahí nomás. Ahora digo yo, más allá de la comicidad del asunto, qué hipócrita!!!!
¡Pobrecito! Jajajaja Me da ternura, es el equivalente del cura que se trinca al ama de llaves...
Yo una vez viajé con un escorpión vivo en la mochila. Longs story short, lo juntamos volviendo de vacaciones pensando que estaba muerto y al llegara casa revivió. En un frasquito con la tapa agujereada lo llevé al Instituto Malbrán antes de ir a la oficina.
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