A veces en las estaciones de subte, ocurre algo extraordinario; la gente pasa de ser un grupo de personas, a ser un grupo de palomas. A mí me gusta llamarles "Las Palsonas"
Sucede así; uno va caminado lo más pancho, esperando hacer combinación para llegar a su destino cuando de pronto ve tres o cuatro grupos de Palsonas que picotean desesperadamente mientras aletean con sus brazos para obtener lo que desean.
No les interesa a quién deban golpear con sus alas desprovistas de plumas, no ven nada más que su interés y están dispuestas a ser atropelladas, ser golpeadas y espantadas con tal de conseguir ESO.
El pobre chico que entrega gratis el periódico La Razón se agacha y protege su cabeza, mientras extiende sus bracitos lo más rápido que puede para dar la edición del diario y no ser lastimado por las Palsonas.
Una Palsona arrulla, picotea y defeca sobre la víctima, y luego se va con su diario. Pero atrás vienen más Palsonas, y la entrega de diarios se hace insoportablemente larga.
Luego de que todos los diarios del chico desaparecen, el grupo de Palsonas rápidamente se aleja sin chistar, y se puede ver al chico a medida que se van alejando de él. Tiene la ropa desacomodada y la visera al revés. En la mano sólo le queda el hilo que ataba el paquete de diarios. Se incorpora lentamente, como un cervatillo recién nacido, mientras trata de recibir una bocanada de aire y luce muy confundido.
Las Palsonas se transforman nuevamente en personas distinguidas de traje y corbata y van a tomar el colectivo mientras leen el diario con aire de Nobleza a la vez que beben café de McDonalds que compraron con el cupón que aparece en el diario.